Reunión en Hogwarts

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Pronto las calles se volvieron reconocibles y ya no fue necesario utilizar el GPS.

Pese a que no había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvieron allí, transitar aquella zona provocó un sentimiento agridulce de nostalgia y cariño. Todo lucía exactamente igual, por lo que fue más fácil fundirse en aquellos sentimientos. ¿Cuántas veces había caminado por ahí junto con Ron y Harry hasta la parada del autobús? ¿Cuántas veces había subido al auto de Parvati en aquella esquina, con Ginny y Luna, para ir al centro?

Al frente distinguió la entrada a Hogwarts, aquel edificio vetusto que llevaba siglos imponiendo grandeza en una ciudad que poco a poco había perdido esmero en su arquitectura. El pecho de Hermione se llenó de emoción y no pudo reprimir un sonido de alegría, golpeando a Ron en el brazo para descargar sus nervios y, a su vez, tratar de provocarle una reacción similar.

No lo consiguió.

—¿Acaso quieres que choquemos, mujer? —reprochó Ron, molesto.

—¡Cielos, Ronald! No te dañaría mostrarte más contento.

—¿Por qué? —rebatió cuando cruzaban la enorme reja que limitaba los terrenos de Hogwarts—. Ni que hubieran pasado diecinueve años.

—No importa si fueron dos años o diecinueve —interrumpió—, es muchísimo tiempo para no haber visto a gente con la que prácticamente vivimos toda la adolescencia. ¡Ah! —Suspiró con una sonrisa—. Solo pensar en volver a visitar la biblioteca...

Ron la miró con los ojos azules bien abiertos en un gesto de incredulidad.

—¿La biblioteca? —Su voz se alzó con un sonido agudo—. Definitivamente estás loca.

Hermione volvió a darle un golpe suave, esta vez como represalia por sus palabras.

Volteó la mirada para enfocarse en los terrenos: los extensos campos del colegio eran una vista espléndida que incluso en la infancia la habían maravillado. Los árboles azafranados por el comienzo del otoño dibujaban un paisaje que se acomodaba a la perfección con la dulce nostalgia en su pecho. Mientras los admiraba, recordó su escondite favorito entre los arbustos para leer en calma y disfrutar de los días agradables; también, rememoró la época en que tenían trece años y jugaban a lanzarse bolas de nieve, a veces entre ellos, otras veces contra el resto de sus compañeros; pensó en las aventuras peligrosas en las que Harry, el líder de aquel trío dorado, los guiaba a través del terreno frondoso que acabó por apodarse Bosque Prohibido; y, finalmente, le vino a la mente el primer beso que ella y Ron compartieron debajo del sauce llorón, un árbol tan viejo como los ladrillos del colegio.

—¿No te genera ganas de regresar al pasado? —preguntó.

—Nah —dijo Ron, ajeno a los sentimientos de la chica—. Es decir, hubo buenos momentos, pero me alegra que haya terminado.

Hermione apretó los labios con disgusto, mas no discutió. Supuso que era comprensible: Arthur Weasley, el padre de Ron, le había conseguido un trabajo sencillo en el ministerio, un puesto público donde, por lo que Ron contaba, no hacía mucho y le pagaban bien. Así que no debía romperse la cabeza estudiando, como siempre detestó. La magia de los contactos, se dijo.

Finalmente alcanzaron el estacionamiento donde diversos coches se hallaban aparcados. Entre ellos, reconoció el viejo Mustang de Neville. El coche aún conservaba las marcar que Hermione le había visto adquirir tiempo atrás, pero había sumado un gran repertorio de golpes y abolladuras que acompañaban las líneas de los rayones.

—No entiendo cómo todavía tiene licencia... —Observó Ron cuando bajó y notó el vehículo.

—No seas malo —comentó Hermione situándose a su lado.

El proyecto Draco Malfoy (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora