Capítulo 3

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Se fumaba un cigarrillo fuera de su tienda mientras contemplaba el cielo despejado y su mente, irremediablemente, viajaba al pasado; mas la voz de su asistente no le dio tiempo a invocar por completo ciertos recuerdos que le resultaban imposibles de sepultar en lo más profundo de su ser. Agradeció mucho su llegada.

―¿Es verdad lo que murmuran por ahí? ―preguntó la chica morena de cabellos trenzados mientras se acercaba, levantando polvo a su paso―. ¿Has pedido otros seis meses de servicio en este infierno?

La doctora asintió con la cabeza, luego inhaló de su cigarrillo y exhaló después una nube de humo.

―Yo no veo la hora de irme de aquí ―continuó la muchacha y sonrió.

―Ya te faltan pocos días, Aisha ―Rose también sonrió―. Muy pronto podrás reunirte con tu familia.

―Ayer hablé con Sam ―era su pequeño hijo―. Estoy loca por verlo ―suspiró y miró hacia la tienda que usaban como centro de primeros auxilios, donde tenían a la prisionera y dos gorilas custodiaban la entrada―. Iré a controlar la paciente. Gracias a Dios la trasladan mañana... Sinceramente me da escalofríos estar a solas con ella.

Rose no pudo evitar sonreír. ―Qué exagerada, ni que del Diablo se tratara... Anda, ve, te alcanzo en un minuto ―se llevó el cigarro a los labios y tomó una profunda calada mientras la veía alejarse hasta perderla de vista cuando se adentró en la tienda.

 Anda, ve, te alcanzo en un minuto ―se llevó el cigarro a los labios y tomó una profunda calada mientras la veía alejarse hasta perderla de vista cuando se adentró en la tienda

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Cuando Leia vio aparecer a la asistente de la doctora, sonrió; como si llevara rato esperando que alguien apareciera. Aisha no se le acercaba más de lo necesario, por ello la inquietó la petición de la paciente...

―¡Ey, muchacha! ―Walker llamó su atención―. Necesito ir al baño.

Aisha suspiró y fue por la urinaria metálica para asistirla en la camilla. No le agradaba para nada; pero no podía negarse.

―Claro...

―No, no; necesito hacer "un dos" ―explicó la prisionera y le guiñó un ojo.

―Oh, es que no tengo autorización para...

―¿Qué sucede, Aisha? ―preguntó la doctora, quien recién irrumpía en la tienda.

―Le decía acá a la señorita, que tengo una urgencia sanitaria que no puedo resolver con ese reverbero que me ponen para hacer pis ―explicó Walker espernancando los ojos―. Necesito en verdad ir a la letrina, Rose ―era la primera vez que pronunciaba aquel nombre; que no usaba su tono sarcástico y que parecía tomar algo con seriedad―... por favor.

Miranda exhaló bruscamente y miró a su compañera, asintió con la cabeza y salió por un par de minutos a pedir la llave de las esposas a los soldados de la puerta. Desde adentro, las otras dos escucharon que no fue fácil conseguirla; y menos convencerles de permanecer afuera bajo la explicación de que tanto ella como Aisha, eran también soldados preparados del ejército que no necesitaban asistencia para llevar una mujer al sanitario.

PROHIBIDO ENAMORARSE (Disponible por completo en Amazon) Where stories live. Discover now