Capítulo 5

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No sabía cuánto tiempo llevaba caminando sin conocer cuál era la meta por aquel infierno en tierra. Para su suerte el sol ya comenzaba a ocultarse; aunque el calor no disminuía. El sudor caía en sus ojos rojos por el cansancio e iniciaba a sentir un dolor insoportable alrededor de las muñecas por los estrechos y pesados "brazaletes" que unían sus manos al frente. Marchaba unos pasos delante de su secuestradora por órdenes de esta misma, quien llevaba siempre el arma a disposición y lista por si se le ocurría la descabellada idea de escapar.

―Detente ―ordenó Leia, interrumpiendo la marcha de pronto.

Cuando Rose obedeció y se volvió hacia la criminal, la observó con detenimiento, viéndola tensar la mandíbula; era más que evidente que sus fuerzas se estaban agotando y en cualquier momento desfallecería. El vendaje alrededor de su muslo estaba cubierto de sangre y la palidez en su rostro era señal de que no se encontraba para nada bien.

―No tienes un buen semblante ―espetó la doctora, avanzando de un par de pasos hacia ella, quien levantó el arma, apuntándosela―. ¿Es en serio? ―preguntó entre dientes, inmovilizándose.

―Estoy bien ―se llenó los pulmones de aire y se obligó a sí misma a reanudar las fuerzas, no podía detenerse, no podía permitir que la volvieran a capturar―. Andando ―enderezó la espalda, lista para continuar la marcha.

―En la mochila que llevas habrá seguramente un kit de primeros auxilios ―Rose ignoró el arma que tenía apuntada, fue hasta ella y posicionó sus manos en la frente de Leia, quien de inmediato se echó para atrás, interrumpiendo el contacto―. Estás hirviendo, lo más probable es que la herida se haya infectado. ¿Qué esperas? Abre la maldita mochila y veamos que hay dentro, hay que curar la herida y cambiar el vendaje.

Walker la miró titubeante, desconfiada, confundida...

―No hagas que me arrepienta ―Miranda desvió por un momento la mirada―. Para tu suerte, amo y creo en mi profesión... no dejaré que mueras ―buscó una vez más sus ojos―, de momento ―enfatizó en sus últimas palabras, levantando una ceja.

Leia le sostuvo la mirada. ―¿De momento?

―Mj ―miró en derredor―. Nos encontramos en medio de la nada, no sabría qué rumbo tomar, de momento mi vida depende de ti y la tuya de mí... si no te curo no llegarás muy lejos, eso te lo aseguro, Walker.

Tras continuar dudando unos segundos más, Leia se quitó la mochila y la lanzó al suelo. Colocó el arma en su cintura, a la espalda; y se agachó a hurgar hasta que halló las cosas que le podrían servir. Con el ceño fruncido volvió a alzarse y fue hasta Rose; para sorpresa de esta, le retiró las esposas.

―Ok, matasanos; estoy en tus manos.

Ambas se hincaron y Miranda tomó una de las botellas de agua, bebió un trago y desparramó un poco en su mano para humedecer su cara enrojecida, luego se dispuso a retirar el sucio vendaje de su captora.

―Jm... no tiene buena pinta.

―¿Puedes hacer algo o no? ―preguntó Leia, con el dolor reflejado en el rostro.

―Te voy a limpiar con alcohol y eso dolerá, te pondré una pomada antibiótica y volveré a taparla; pero es difícil mantener una herida limpia en estas condiciones.

―De acuerdo; pero demás está advertirte que...

―¡Ya basta, Walker! En estos momentos pareces una zombi andante, ¿en serio me vas a amenazar? Soy quien te puede mantener en pie; tú eliges ―espetó la doctora y aguardó su respuesta, recibiendo la confirmación mediante un leve movimiento de cabeza―. Eso pensé... ahora recuéstate y déjame trabajar.

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