Capítulo 4

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Al cabo de casi dos horas atravesando la zona más desértica del territorio, Leia finalmente menguó la velocidad en la marcha. Controlaba la retaguardia por el retrovisor y para su dicha, no habían logrado siquiera divisarlas. Miranda no dejaba de quejarse a su lado, resultaba bastante incómodo continuar esposada a alguien que conduce como loca un vehículo.

―¡¿Dónde demonios aprendiste a conducir?! ¡Porque te aseguro que te regalaron el permiso; más bien te dieron licencia para matar!

Walker soltó una carcajada y la miró de reojo. ―No le tienes miedo a que te secuestre "la hija de puta de Walker", y sí le tienes miedo a un simple viaje en jeep... ¡qué irónico!

―¡Que eres un maldito peligro, mujer!

―Ah, ya basta Doc.

―¡Y encima, estoy atada a tu mano izquierda! ―ciertamente, eso la hacía ir prácticamente acostada encima de Leia―. ¡Al menos detente y déjame conducir a mí, no es para nada cómoda esta posición!

―Ah, ¡¿porque encima quieres ir cómoda?! ―se burló Walker y continuó riéndose.

―Al menos dime qué piensas hacer... ¿hacia dónde nos dirigimos? ¿Saldrás del país? ¿Qué pasará conmigo?

Walker rodó los ojos y exhaló con frustración.

―Demasiadas preguntas, Doc. Como habrás podido darte cuenta, no planeo mucho las cosas; improviso sobre la marcha. En cuanto a ti... aún no decido tu suerte.

―¡¿Quién demonios te crees que eres, ah?!

―Para ti en este preciso instante, soy tu maldito Dios; tu destino está en mis manos... así que yo que tú, hacía silencio y no me aturdía más; ¡tanto diálogo me enloquece!

Desde la base militar situada en algún recóndito lugar de un país extranjero, el General Crow sostenía una animada conversación a través del walkie-talkie con el comandante Duncan, quien estaba al frente de la partida que seguía por el desierto lo...

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Desde la base militar situada en algún recóndito lugar de un país extranjero, el General Crow sostenía una animada conversación a través del walkie-talkie con el comandante Duncan, quien estaba al frente de la partida que seguía por el desierto los rastros de Walker y la doctora Rose; mas no tenían buenas noticias y esa era la causa de su notable alteración, tanto que una vez que se cortó la comunicación, lanzó el aparato al suelo y maldijo en voz alta.

―General... ―uno de sus subordinados se le acercó con un teléfono satelital entre las manos.

―¡¿Què sucede ahora?! ―rugió, volviéndose de inmediato hacia el oficial.

―Es ―se aclaró la garganta y deglutió saliva―... es el secretario.

El rostro del General palideció mientras tomaba un profundo respiro antes de aferrar el teléfono. ―Señor secretario...

Dime que se trata de una broma pesada, Crow. Mi sobrina...

―Estamos tras ellas, señor ―lo interrumpió―. Le prometo que antes del anochecer su sobrina estará a salvo y la prisionera en avión rumbo a la base central.

PROHIBIDO ENAMORARSE (Disponible por completo en Amazon) Où les histoires vivent. Découvrez maintenant