Capítulo Veinticinco

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Harper

No pude dejar de pensar en Morgan todo el día, ni el miércoles, ni el jueves,en realidad creía que estaba obsesionada con ella. Sabía que tenía que parar o terminaría siendo un caso perdido. Marie me llamó el viernes por la tarde y acordamos cenar juntas, eso sería una buena distracción.

El problema era que Marie sólo quería hablar sobre Morgan y la fiesta de compromiso. Se inclinó hacia mí desde el otro lado de la mesa.

—Entonces, ¿ya sabes qué te vas a poner?

—No tengo ni idea. Tendré que cavar en el armario para encontrar algo adecuado.

Ella frunció el ceño.

—Espera un segundo. Dijiste que esto es en el St. Regis, ¿verdad?

—Sí. ¿Y bien?

Cavé en la canasta de pan que estaba en la mesa, nunca más volvería a cometer el error de beber con el estómago vacío. El pan servido en cestas en los restaurantes siempre era mi mayor debilidad. ¿Cómo podría no serlo? Deliciosos pancitos esponjosos, ni siquiera podía fingir que era malo.

—Así que, —dijo ella con severidad—probablemente sea un evento bastante elegante. Sin ofender, ¿pero tienes algo adecuado para eso?

Puse los ojos en blanco.

—Caray, no me ofendas —resoplé.

—Lo digo en serio.

—Sé que lo haces. Tengo algunas cosas lindas, pero son más bien trajes de "fiesta de trabajo".

—Correcto y Ryan ya te ha visto en ellos.

Giraba sus rizos rojos entre sus dedos distraídamente mientras pensaba.

—No me importa si ya los ha visto. Ryan es una de las personas más inconscientes que conozco, así que dudo mucho que recuerde alguno de mis trajes. Probablemente estará distraído mirando a su adorable futura esposa para darse cuenta.

—Vale, de acuerdo. Olvídate de él y de lo que piense —Tomó un sorbo de su vino, mirándome—. ¿Qué hay de Morgan?

—¿Qué pasa con ella?

De repente me interesé mucho por el menú, a pesar de que lo conocía de memoria. Ese era nuestro restaurante italiano favorito.

—Mmm... Eso pensé.

—¿Pensaste qué? —exigí—. Por favor, cuéntame lo que está pasando por mi cabeza ahora mismo.

—¿Por qué no dejas de engañarte, Harper? —Se acomodó en su silla y sonrió—. Fuiste al concierto con ella.

—Sí, por Adele.

Ella se rió.

—Adele no te cortejó con champán y un paseo en limusina, ella no te despidió con besó en la mejilla en la puerta de tu apartamento, y luego se fue dejándote jadeando por más.

Me sonrojé, mirando a mí alrededor.

—¿Podrías no decir esas cosas tan alto en público por favor?

—Lo siento, pero sabes que es verdad. ¿Qué hay de malo en querer lucir bien para ella?

Suspiré, jugando con mi vaso de agua. No podría describir cómo me sentía, exactamente.

—Pensé que Ryan era un tipo de confianza —murmuré finalmente, aun mirando mi vaso—. Y ya ves lo equivocada que estaba. ¿Cómo puedo siquiera considerar salir con alguien que le tiene fobia al compromiso como Morgan? Cambia de mujer como cambiar de ropa interior y no creo que pueda soportar algo así ahora mismo. Mi orgullo ya está hecho tiras.

—Bien, entonces —Cruzó los brazos con una expresión severa apareciendo en su cara—. No lo hagas por Morgan o Ryan, hazlo por ti. Te mereces entrar a esa fiesta sintiéndote hermosa, fabulosa y fuerte.

Abrí la boca, pero no salió nada ya que me di cuenta de que tenía razón. Necesitaba que Bárbara y Ryan supieran que no me habían quebrado. Si quería jugar, era para mostrarles que no me hundiría como ellos creían. Podía tener clase, elegancia y buen gusto.

Marie se tomó mi silencio como una aceptación.

—Entonces. ¿Cuándo iremos de compras?

Del engaño al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora