Capítulo Treinta y Siete

4K 283 3
                                    


Harper

Ambas nos dimos vuelta para encontrar a Alexander McCully, CEO, y dueño de mi firma, parado frente a nosotras. Me quedé estupefacta, ni siquiera sabía que el hombre me conocía. Estaba segura de que no me reconocería ni en una prueba de reconocimiento con un arma apuntando a su sien.

Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa, cuando Morgan habló.

—Alex, qué bueno verte aquí. No me lo esperaba.

—Yo podría decir lo mismo. Este no es exactamente tu tipo escenario —Su voz era cálida y amistosa.

Noté el entusiasmo con el que estrechó la mano de Morgan. Me preguntaba cómo conocía a mi jefe, esta mujer era un misterio para mí. De repente, me sentí como la extraña, por mucho que Morgan fingiera que éramos nosotras contra ellos, ese también era su mundo. Me encontré mirando a Morgan bajo una luz diferente.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Alexander McCully.

El brazo de Morgan se deslizaba alrededor de mi cintura otra vez.

—No has conocido a mi novia, Harper, ¿verdad? Trabaja con Ryan.

Las cejas de mi jefe saltaron antes de que sus oscuros ojos se posaran sobre mí.

—Oh, por supuesto. Harper. Es muy bueno verte aquí esta noche, te ves encantadora.

Me di cuenta de que el viejo no tenía ni idea de quién era yo. Morgan pudo haberle dicho que mi nombre era Britney Spears y probablemente lo habría aceptado.

Sonreí educadamente.

—Gracias, señor.

Nuestros mundos chocaban ante mis propios ojos y no tenía ni idea de qué hacer al respecto. A nadie en su sano juicio le gustaría tener una pequeña charla con su jefe en una fiesta, especialmente si su jefe no tenía idea de quiénes eran. No tenía nada en su contra, éramos una gran empresa con muchos departamentos, y él era un hombre ocupado. Sin embargo, no pude evitar sentirme un poco desanimada por el hecho de que mi jefe me había tomado en cuenta sólo por esta farsa.

El Sr. McCully le dio una palmada suave a Morgan en el brazo.

—Morgan, hija mía, esta es una reunión providencial —sus ojos se habían iluminado detrás de sus gafas con montura de alambre—. Vamos a pasar este fin de semana en los Hamptons. ¿Por qué no te unes a nosotros? Sería maravilloso tenerte ahí —Me miró a mí y añadió—: A las dos, por supuesto. Millicent y yo estaremos encantados de que nos acompañen.

Sentí una sensación de vacío en mi estómago como la que produce una montaña rusa. Morgan me miraba fijamente buscando una respuesta en mis ojos, y no pude evitar voltear para ver que Ryan y Bárbara se acercaban a nosotros, mano a mano. Por supuesto, Ryan nunca perdería la oportunidad de lamer la bota de su jefe.

Alexander les hizo un gesto para que se acercaran.

—Tú también, Ryan. Si no vas a hacer nada este fin de semana, por favor, ven a los Hamptons y pásalo con nosotros. Será genial.

—Nos encantaría, Alex —respondió Bárbara, logrando mirarme mal mientras se acurrucaba en los brazos de Ryan.

Ryan, muy a su manera, parecía un barco a la deriva.

—¿Y bien, Morgan?

Mi jefe me hizo devolver la atención a Morgan.

Tanto Ryan como Bárbara miraron a Morgan, y ella me miró con una mirada inquisitiva en sus ojos. Estaba esperando a que me negara. Docenas de excusas pasaron por mi cabeza en ese momento: Me tengo que hacer un tratamiento de conducto, necesito pintar mi apartamento, inventaría cualquier excusa, lo que sea para no pasar un fin de semana entero con mi jefe y la pareja de la noche. Por una fracción de segundo, incluso consideré exponerme a una enfermedad contagiosa para salir de ella.

¿La gripe aviar sigue siendo un problema?

Pero el problema era que no podía decirle que no a mi jefe. Sería descortés, sin mencionar el suicidio profesional que eso implicaría. Discretamente le pedí a Morgan que encontrara una manera amable de decepcionar a mi jefe. Pero su respuesta no fue la que esperaba.

—Me apunto si tú lo haces, cariño —dijo, con voz suave.

Hice una nota mental para recordar empujarla delante de un autobús, o al menos herirla la próxima vez que estuviéramos solos. Entonces mis labios se estiraron y las palabras salieron a través de dientes apretados.

—Por supuesto, me encantaría.

Del engaño al amorWhere stories live. Discover now