Decisiones precipitadas

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Las finas y delgadas manos de Adhara acariciaron con lentitud la pequeña y casi inexistente imperfección en su largo vestido.

Con aquel porte demandante y su mirada increíblemente fría y apática se plantó ante el ministerio, pasando de largo las diversas y cautelosas miradas de los magos y brujas.

Sus ojos grises inspeccionaron con lentitud a la retraída bruja de la recepción de el moreno.

Sus cejas se fruncieron en descontento al leer el título de la lectura en la que estaba tan entretenida.

"Una fan más a tú increíble colección, Potter". Se rió para sus adentros.

—Es lamentable ver cómo los empleados cada día más presentan poco interés en su desempeño en el ministerio—. La voz de la bruja logró hacer palidecer a la jóven.

—Lady... —. Murmuró increíblemente avergonzada, sus mejillas se colorearon ante la foto del profeta.

Adhara sonrió con lentitud ante su nerviosismo, tomando con aparente calma el profeta entre sus manos.

—Una admiradora más de el grandioso Harry Potter—. Se mofó mirando la foto de su antiguo compañero.

—Lady Black le puedo asegurar que está es la primera vez que...—. La carismática risa de Adhara la interrumpió de su monótona disculpa.

—No me interesa si es la primera vez... Porque me aseguraré que está sea la última... ¿Me explico Srt?—. La mencionada asintió varias veces ante el tono tan severo de la Black.

—¿Qué...? ¿Que necesita Lady Black?—. Preguntó inútilmente. La matriarca de la casa Black la miró con brevedad.

—Creo que no lo mismo que tú querida—. Contestó con voz lírica.

La mujer se congeló cuando los oscuros ojos grises de Adhara viajaron dónde la oficina del ministro. La Black observó su miedo con satisfacción.

—El ministro está...—.

—Esperando lo sé—. Interrumpió para después marcharse a la oficina.

—Creo que el ministro tiene deberes más  importantes que atenderle, Lady Black—. Adhara detuvo sus pasos al escucharla.

—Lo siento, ¿Has dicho algo, mi señora?—. Cuestionó con ojos brillantes, la mujer bajo la cabeza con lentitud al enfrentar la mirada intensa de la bruja.

—Nada, Lady Black—. Dijo tan pronto cómo la Black la miró.

—¡¡Maravilloso!!—. Ella aplaudió finalmente antes de continuar su camino a la oficina de su jefe.

Sus ojos recorrieron la oficina con desdén, particularmente por los diferentes volantes dónde resaltaba un solo nombre... Harry Potter.

—Adhara Black—. Saludó el mago Kingsley al verla de pie.

—Ministro—. Correspondió el saludo con mofa y vergüenza.

—He de suponer que te presentas a mi oficina con esta particularidad para un asunto realmente importante—. Soltó ante el tono de voz de una de sus allegados más cercanos.

—Es así... Pero poco puedo hacer si estás ocupando mi sitio—. Dijo ante las palabras del moreno.

—Soy el ministro... Mi deber es hacer cumplir las leyes—. Contestó.

La fría y apática risa melodiosa de Adhara se escuchó por todo la oficina.

—Prometimos no mentirnos, Señor Kingsley—. Adhara decidió llevar la conversación a otro nivel.

—Las promesas están hechas para romperse, Señorita Black—. Afirmó jugando con la pluma entre sus dedos.

—¿Me vas a imponer a incompetentes en mi departamento?—. Preguntó con mofa la jóven.

—Los demás miembros del Wizengamot finalmente han entregado una respuesta a las cartas que le enviamos—. Kingsley contestó iniciando la conversación que siempre postergaba.
—Es cuestión de tiempo para que se emita la ley de los nacidos de muggles—.

El moreno estaba en espera de una respuesta explosiva de parte de la Black. Por su parte, Adhara permanecía aparentemente tranquila, su mirada seguía fija en Kingsley. Sonrió con diversión mientras sus dedos jugaban con su varita que antes llevaba en su bolsillo.

—Tendré que hablar con el Wizengamot—. Respondió finalmente la Black. —Porque no tengo intenciones de aceptar a los nacidos de muggles. Ni mucho menos a la amiga del gran Harry Potter—. La expresión de Kingsley Shacklebolt se volvió sombría y su reacción no provoco más que diversión para Adhara.

Con aquel porte superior y demandante y su mirada intensa, se planto frente a Kingsley con una expresión de desdén.

—Es sumamente vergonzoso cómo el propio ministro se deja influenciar por unos simples magos—. Espetó, con un tono de voz que resonaba en toda la oficina.

—Te lo advierto Adhara—. Habló amenazante. —No me hagas quitarte tu puesto—. Amenazó directamente ocasionando un bufido divertido de la Black.

—Pero yo no permitiré que está injusticia continúe—. Continuó hablando ignorando la mirada del moreno. —Si tú no eres capaz de dirigir a los nuestros, lo haré yo—. Su voz resonó con autoridad.

Kingsley atonico pero sorprendido, miró a Adhara con una mezcla de incredulidad y respeto. Era un gesto de valentía que no esperaba de una Slytherin, pero que apreciaba profundamente en aquel momento.

—¿Quién te crees que eres para venir aquí y cuestionar mis decisiones?—. Preguntó algo irónico. —Este es mi puesto, mi deber y mis obligaciones y no permitiré que vengas aquí a mi oficina a imponer tus acciones—. Aclaró.

Ella sonrió armoniosamente.

—¿No es esto lo que tú me estás imponiendo también?—. Se rió con mofa.



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