Realidad

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No sabía cuánto tiempo permaneció dormida. Al despertar se encontró en una habitación amueblada, con un gusto muy Gryffindor para su pesar.

Aún así el leve dolor en su cabeza le hizo recordar lo que había sucedido momentos atrás. Su instinto le dictó salír de inmediato de la habitación. Huir lejos de Volterra y del mundo muggle para no ser vista nunca más y por supuesto el pequeño pendiente que dejo en un lugar... Inapropiado.

E incluso podría cambiar su apariencia, después de todo no era tan difícil. Tal vez permanecer en el anonimato. O podría irse a un pueblo muggle. Descartó la última idea al pensar en lo odioso que sería tratar con muggles. Además había qué viajar a diario para encontrarse con sus "amigos". Miró con sorpresa su vestimenta. El camisón que portaba era demasiado para ella.

El chirrido de la puerta sonó en la habitación, haciendo sobresaltar a Adhara. Sus ojos se posaron en la esbelta figura de una mujer muy bien proporcionada.

La mujer era demasiado atractiva a la vista. Sus cabellos eran de color caoba y sus orbes violetas eran lo qué la hacía más intrigante aún.

La mujer llevaba consigo una bandeja plateada llena de alimentos. Adhara miró confundida la sonrisa qué le dirigió la mujer.

-Es un gusto conocerla al fin, mi reina -. Escuchó la voz cautivadora de la mujer. Alzó una ceja interrogativamente.

-¿Ah, si?-. Cuestionó casi con burla. La dama de intrigante mirada asíntio casi al instante, sin dejar de lucir la bella sonrisa.

-Vaya... Me siento halagada -. Escupió con desdén pero sin llegar a ser molesta. Provocando una leve risa de la vampiresa.

-Los maestros aguardaban por usted. Me atrevería decir qué estaban muy complacidos por su regreso -. Declaró mirando cómo Adhara se dirigía al closet en busca de algo que desconocía.

-Por supuesto. Y están tan emocionados de mi llegada que tuvieron que mandar a alguien a vigilarme -. Expresó neutral, mientras descartaba las vestimentas del closet.

Heidi sonrió. La humana no tenía un pelo de tonta. Podría decirse que en éste momento ya conocía la situación en la que estaba.

-Temían que escapará cómo lo hizo la última vez. Después de todo no es una simple humana-. Admitió con voz crédula.

Adhara la encaró con una sonrisa sarcástica. Tomando un vestido del closet que era el más adecuado de todos lo que habían ahí.

-De nuevo me halaga-. Declaró dando dos pasos. -Me encanta tú actitud. Tienes buenos modales para ser una de sus lacayos-. Bromeó disfrutando la mueca que se instaló en la despampanante mujer.

Sus pasos se dirigieron a la puerta de la habitación en busca de un baño para vestirse. Cerró la puerta con pestillo para tener un poco de privacidad.

Y en un intento inútil de negar lo que era evidente. Susurró un hechizo silenciador. Sin embargo no ocurrió nada, todo seguía igual, maldijo en su mente a los vampiros, maldijo el día en que tuvo que venir a Volterra, maldijo su corazón al sentir una opresión tan intensa que la hizo caer de rodillas.

Un estruendo se escuchó en el cuarto de baño que advirtió a la vampira que algo no estaba bien.

Heidi llegó a la puerta queriendo abrirla. No obstante la voz de Adhara sonó desde adentro.

-¡No...! ¡No se te ocurra acercarte!-. Gritó agitada intentando recuperar su compostura y no caer en vergüenza. Sus manos rodearon lo que era el lavado dónde observó su reflejo.

Sus manos recorrieron con delicadeza su rostro. Hermoso, delicado y femenino. Su cabello azabache con ondas sin ningún imperfecto, salvo un mechón fuera de lugar.

Amores en Volterra Where stories live. Discover now