Angelie
La semana no comenzó bien, pero tampoco es que me fue bien el fin de semana, lo bueno es que mis dolencias estaban remitiendo poco a poco y eso era de agradecer.
— Necesito hablar contigo — entró mi padre a mi santuario sin tocar.
Era miércoles y desde el domingo en la mañana mi padre a penas y me hablaba, ni hablemos de entrar a mi habitación. Estaba sentada en la cama con mi pijamas largo puesto mientras estudiaba para un examen importante, tenía más de un libro encima de mi cama y sin embargo tenía más de una hora perdida, no podía estudiar algo que antes era fácil para mí.
— Usted dirá — le señale una silla cerca de mi cama.
Se acercó despacio a la silla y desabotono los botones de su chaqueta mientras se sentaba, su rostro estaba tenso al igual que sus hombros.
— Esté fin de semana necesito a toda la familia, busca un vestido bonito y compra también una máscara.
— Padre... No creo que sea lo mejor — no podía sostenerla la cara.
Me quedé viendo las letras de mis libros abiertos como si fuera lo más fascinante que he visto.
— Tal vez me expresé mal— carraspeo y se levantó cuadrando los hombros — No te estoy preguntando Angelie, te exijo que te arregles y estés arriba el sábado en la noche, de preferencia un vestido discreto.
Se abotonó la chaqueta de su traje y salió de la estancia, las lágrimas picaba en mis ojos por salir, no quería ir a ningún lado, padre pocas veces me obligaba a ir a esta clase de eventos que lo único que hacían era denigrarme ya sea por mi color de piel o por ser la hija bastarda de mi padre con una prostituta.
A veces odiaba a mi madre por haberme dejado sola con esta situación, era feliz en la ignorancia, luego recuerdo que ella no pidió morir y mi lleno de culpa.
Cerré mis libros y me quedé viendo a la nada, ya que debía ir si o si a esa dichosa fiesta le escribí a Maira para que pasará por mí, en menos de dos segundos me llamó.
— Guapa... ¿qué pasó? — La nota de preocupación de su voz era evidente — ¿cómo así que necesitas un vestido?
— Mi padre me necesita este fin de semana... Creo que es una fiesta de disfraces.
— Nena, pero. ..
— Lo se Maira, pero no aceptó un no como respuesta.
— Bien, paso por ti en media hora— me dijo enseguida. Si apoyo siempre está allí.
— Gracias, no quería ir sola a comprar. No estoy de ánimos— confesé.
— Jamás estarás sola— colgó para supongo venir.
***
Maira pasó por mí como me había dicho y salí huyendo del Castillo donde me tenían encerrada, llegamos temprano al centro comercial y comenzamos a elegir que debería ponerme para la fiesta a la que papá me obliga a ir, me hubiera gustado que ella pudiera acompañarme para pasar este rato amargo.— No se por que mi padre quiere meterme en la boca del lobo — le conté a mi amiga viendo las perchas de los vestidos.
Ninguno terminaba de buscarme, soy delgada por herencia, pero también tengo un trasero muy grande y redondo así que a veces tengo que pedir otra talla y debo hacer trucos para que me queden de cintura.
— Lleva el pelo suelto — Me aconseja mi amiga.
— Todo depende del vestido, ya veré —respondí viendo un vestido rojo precioso.