Prólogo

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Yuuuri katsuki se encontraba arreglándose para su gran día, acaso no es eso lo que todo omega desea?. Casarse con un alfa y vivir en matrimonio formando una familia. Claro que eso le hubiera encanto a yuuri, pero el destino jugó en su contra como una mala broma, como un pastel sorpresa que estrelló en su cara.

En un mundo liderado por los instintos, alfas quedan arriba de la cadena alimenticia, fuertes y dotados con dones de poder doblegar personas a voluntad el destino jugo de su lado con mucho. Betas que son simples monos en la sociedad con trabajos cualquiera y vidas ordinarias, sin poder esparcir fermonas o con algún don, solo existiendo. Omegas, pequeños y delicados, con fermonas capases de atraer a cualquiera y una belleza deslumbrante pero tan denigrados en la cadena alimenticia llevándolos a ser objetos, cosas que solo sirven como incubadoras hermosas para dar aluz a niños con más dones extraordinarios.

Yuuri lo descubrió a sus 20 años, no importaba que tan influyente pudiera ser el linaje familiar, si eras un omega siempre perdías. Nacido en la cuna de una gran organización yakuza la cual se extendía por casi todo el territorio japonés. La familia katsuki dominaba gran parte de aquel lugar con grandes alfas al mandató, aunque tras la muerte de la siguiente heredera alfa de la familia, Mari katsuki, el joven omega entró como candidato a matrimonio por el mandato de la organización.

Yuuri se encontraba siendo vestido, un kimono tradicional blanco con algunos bordados, un maquillaje blanco el cual hacía arder un poco su piel, pero nada tan molesto como el ardor que se encontraba en su garganta, tan molesto con el destino. Si hubiera nacido alfa hubiera podido escoger entre el catálogo de omegas que estaban disponibles en su estatus y no ser parte de aquel, como un objeto con recomendación que solo solo valía cinco estrellas de excelencia vendido al mejor postor.

-yuuri mi amor...siempre soñé entregarte al altar vestido de blanco- se escuchó una voz femenina entrar por la habitación

Su madre había entrado, pero su vista se encontraba tan perdida que ni siquiera se molestó en verle a los ojos, aunque no se encontraba molesto con ella en realidad, ella igual había sido solo un objeto puesto en manos del mejor postor.

-lamento tanto que hayas tenido que pasar por esto cariño mío....si hubiera echo algo yo...- la voz de la mayor sé quebraba mientras más cerca estaba del omega

Habían acabado de poner el maquillaje, ya se encontraba listo. El joven omega volteó con la mirada perdida, se levantó de su silla y abrazó a su madre.

-shh, es el día de mi boda, no llores- susurro

Después tomo paso a la salida donde dos hombres de negro ya lo esperaban listos para escoltarlo al templo.

Su vista en blanco no concordaba con lo que pasaba por su mente, un mar de emociones. Incluso pensando en cómo escapar de aquel lugar aunque sabía mejor que nadie que su padre ya había prevenido cualquier posibilidad de huida, desde los hombres que lo escoltaban al altar hasta todo el lugar completamente rodeado de armados listos para disparar o detener cualquier cosa fuera del plan.

La música ya se escuchaba y con ella ya habían llegado al lugar, ahí se encontraba yuuri, frente de un cuarto lleno de personas extrañas a excepción de sus padres, era la hora, no podía huir más.

El sacerdote lleva a cabo un ritual de la purificación de la pareja antes de anunciar su matrimonio a los kami (deidades) y buscar su bendición.

Frente de yuuri se encontraba un alfa alto, blanco como la nieve vestido con un kimono negro aunque era claro que no era japonés, aunque no podría decir bien nada de él, puesto que no conocía ni siquiera el nombre del que ahora se estaba convirtiendo en su esposo. Era hora de los votos y el alfa comenzó a hablar con una voz gruesa en un casi perfecto japonés.

-prometo cuidar en la salud y en la enfermedad, en la gracia y la desgracia y el dinero y la pobreza...hasta que la muerte nos separe- expreso el albino para después beber sus tres tazas de sake tradicional sellando el destino del pelo negro

-prometo...en la salud y la enfermedad...gracias y desgracia...dinero y pobreza...hasta que la muerte nos separe....- dijo el pelinegro con la mirada baja aunque firme ante sus palabras para después tomar sus tres tazas de saque

La pareja había sellado el contrato, yuuri alzó la vista por primera vez viendo a su esposo a la cara. Sus ojos eran azules como el cielo y su cabello blanco como las nubes, aunque este no lo miraba a él, miraba algo detrás de él. Volteo un poco viendo como su padre y el intercambiaban gustosas sonrisas de complicidad; volvió su mirada al albino y este ya se encontraba viéndole y sin previo aviso pegó su rostro contra el de el golpeando sus labios en un suave beso que marcaban su territorio.

La unión se encontraba echa, ante dios y deidades, eran uno mismo. El nuevo líder de los yakuza. Ahora yuuri solo se preguntaba, quien era su esposo?.

Acuerdo matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora