Prólogo

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Londres, Inglaterra, abril de 1848

Se encontraba leyendo un libro a la sombra de un árbol, el día estaba caluroso y de solo pensar que esa noche tendría que asistir a su primer baile como dama en edad casadera la tenía tensa. Jamás en todos sus años de vida, creyó que le afectaría tanto el momento, pero es que ella no era ninguna señorita refinada. Ese día ni siquiera había querido leer el periódico, donde ya se estaban generando especulaciones por quien sería nombrada la joya de la temporada. No era que le importara, pero quería evitar escuchar algo más sobre esa noche. Ella ya bien sabía que jamás llevaría tal título, estaba muy lejos de ser lo que la sociedad esperaba. Claro que tenía excelentes modales, porque a pesar de no ser de familia noble, sus padres habían invertido buen dinero en su educación, pero jamás había tenido ese encanto o astucia que tienen ciertas damas para hacerle ojitos a los caballeros y llamarles la atención fácilmente.

Tocaba el violín de forma fascinante, era sin dudas su gran pasión, también sabía bordar como la mayoría de las mujeres, y se consideraba lo suficientemente bonita para atraer a algún que otro hombre. Sin embargo, tenía una actitud particular, maldecía mucho, cosa que su madre había intentado corregir en muchas ocasiones al igual que su institutriz y tampoco era delicada con sus movimientos. Sabía bailar, si, por lo menos lo necesario para no darle pisotones a sus acompañantes, pero era torpe, mucho.

Toda delicadeza en ella no existía, esa cualidad se le había sido asignada a su hermana Scarlet quien apenas tenía doce años, ella si sería una gran señorita de sociedad, sofisticada y encantadora. Posiblemente la joya de su temporada. Sabía que era pronto para sacar tantas conclusiones, pero ella ya estaba segura.

También estaba Hermione, de diez años, pero ella no era nada encantadora. De hecho, estaba segura que, llegado el momento de su debut, intentaría escaparse. Tal vez robara un caballo y se marchara lejos. Era algo fantasioso, pero después de años de conocerla, podía esperarse cualquier cosa de la pequeña rebelde de la familia. Según ella, no quería entrar entre gente estirada con mal gusto. Y no podía culparla porque para ser apenas una niña, tenía una idea bastante certera de lo que eran las personas.

Si había alguna mínima esperanza de que una de las hijas de Jack y Margot Carter terminara conquistando a un noble de gran fortuna, esa sería Scarlet; Hermione y ella estaban totalmente de acuerdo en ello.

— Buenos días Emmy.

Levantó la vista dejando a un lado sus pensamientos y sonrió.

— ¡Blaise! —exclamó levantándose—. ¿Qué te trae por aquí tan temprano?

— Quería saber cómo te encontrabas, supongo que nerviosa por esta noche —dijo sonriéndole.

— Bastante de hecho —admitió—, ¿mi madre sabe que estás aquí?

— Si, ella me ha dicho dónde te encontrabas, me dijo que enviaría pronto a tu doncella para que nos hiciera compañía.

— Conociendo a Jessa tardará unos minutos más, para darnos privacidad.

— ¿Así que como cuánto tiempo tenemos a solas? —preguntó con picardía.

— No lo sé, ¿diez minutos?

— Diez minutos es perfecto —dijo tomándola rápidamente para llevarla detrás del árbol.

Blaise y ella llevaban compartiendo besos desde hacía tres meses. Jamás olvidaría su cumpleaños número dieciocho porque había sido él día en que le había dado su primer beso.

Llevaba enamorada de él desde que tenía quince, pero jamás se había atrevido a confesarle su amor, así que cuando se interesó en ella, todo fue maravilloso. Se conocían desde que eran apenas unos niños recién nacidos, o bueno desde que ella era una recién nacida. Sus padres eran amigos desde hacía mucho y ellos se habían criado a la par porque Blaise apenas le llevaba dos años. Había sido sin dudas un gran compañero de juegos y travesuras, sobre todo en los años en los que no tenía hermanas con quienes jugar.

Loca casualidad #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora