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La noche estaba siendo un completo asco, Emmaline sentía náuseas de solo ver a Blaise y su prometida tan acaramelados en pleno baile. Aunque en realidad era pura envidia, porque ella quería ser quien riera con las cosas que Blaise le susurraba al oído, pero no, no iba a ser así porque ella no era la mujer con la quien se había comprometido. Porque a pesar de que él le había prometido que volvería y se casaría con ella, parecía haber cambiado de opinión y claro, no había siquiera mandado una carta para comentarle de su cambio de opinión. Había esperado a llegar y fingir que nada había ocurrido entre ellos, cómo si los besos no hubiesen valido de absolutamente nada, cómo si las promesas se hubiesen esfumado con el viento, como si ella no se hubiese entregado a él.

Tenía muchas ganas de marcharse a casa, pero no quería arruinarle la noche a su pequeña hermana quien felizmente bailaba con un caballero. Era su primera temporada y la ilusión en su rostro era digna de contemplar.

Amaba Scarlet y si ella era feliz estando en aquel baile que a ella tanto le estaba costando disfrutar, lo aceptaría y aguantaría toda la noche.

Aunque bien podía al menos irse al jardín, alejarse lo suficiente para no ser molestaba por absolutamente nadie y dejar fluir sus emociones. Porque verdaderamente tenía ganas de llorar. Sobre todo, porque debería soportar a Blaise toda la temporada social junto con aquella mujer. Ni siquiera estaba segura de poder decir algo malo de ella porque le parecía hermosa, incluso tenía un cuerpo exuberante mientras que ella apenas si tenía algo de busto que marcar con su corsé.
Se sentía tan pequeña, tan insignificante.

Así que salió, se alejó lo suficiente hasta que no pudo ver a nadie, ni siquiera la mansión.
Y allí lloró, y lloró hasta que sintió que se quedaría sin lágrimas. No entendía como Blaise le había fallado de tal manera.

Sabía que eran jóvenes cuando compartían besos, pero ella realmente decía que quería casarse con él. Todo lo que le había dicho era cierto y él parecía ser sincero en ese momento, claro que ahora había comprobado que no. Que no la había amado como decía y que sus promesas de una vida juntos eran viles mentiras.

Caminó un poco por el lugar en dónde estaba, no se veía demasiado, aunque las luces lejanas que eran parte de la decoración servían de algo, o eso creyó hasta que quedó enganchada en las espinas de un rosal con el que chocó por no verlo.

— Mierda, ¿por qué todo tiene que sucederme a mí? —preguntó para mí misma mientras intentaba soltar la falda de su vestido de aquel tonto rosal—. Maldita sea.

— ¿Necesita ayuda señorita?

Emmaline levantó la vista asustada encontrándose con un joven hombre, que la miraba con curiosidad. Y si, era una mujer llorando, maldiciendo y con la falda de su vestido enredada en un arbusto. Probablemente era una imagen triste y extraña.

— Le agradezco —dijo intentando sonar dura—. Ya casi lo soluciono.

Dicho eso tironeó con todas sus fuerzas logrando desatorarse, pero quedando con su vestido arruinado. Y al darse cuenta de eso, no pudo evitar sollozar cómo una damisela en apuros. Toda la dureza que había querido aparentar para que ese hombre no se aprovechara de ella, se había esfumado.

— ¿Necesita que llame a alguien?

— ¡No! —exclamó de inmediato secando sus lágrimas de manera poco delicada—. No puedo arruinarle la noche a mi hermana.

— En ese caso milady, al menos déjeme ayudarla —dijo amablemente—. ¿Alguien la lastimó?

— Si —dijo haciendo una mueca mientras sus lágrimas volvían a caer.

— ¿Quién? ¿Acaso un hombre la ha traído aquí? —preguntó observando alrededor.

Lo único que hizo fue negar y el hombre pareció ponerse nervioso ante su escasez de palabras.

Loca casualidad #1 ©Where stories live. Discover now