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Observar la pista de baile, o en realidad a las parejas, debía ser de lo más triste o por lo menos de lo más patético cuando una se encuentra en la sección de las solteronas.

Emmaline soltó un suspiro.

Al menos su hermana se veía radiante, Scarlet era la joya de la temporada, bueno, no le habían concedido tal título, aun nadie tenía idea de quien sería nombrada de tal forma, pero ella sabía que sería su hermana.

Solo bastaba con verla unos segundos para notar sus movimientos delicados, su sonrisa recatada siempre en el rostro y por supuesto su atractivo.

¿Cuántos hombres le habían solicitado un baile en una hora?

Creía que probablemente los suficientes para dejar completo su carnet de baile.

Mientras tanto, ella se encontraba ahí, junto a las limonadas. ¿Cuántos limones tendrían que haber exprimido para lograr tal cantidad? Ya estaba al límite del aburrimiento máximo y el desquicio si sus pensamientos la llevaban a limones y vasos.

Su madre había insistido en que se quedara con ella y algunas señoras más, pero la verdad, eso le parecía más humillante y altamente destructivo para sus oídos. Porque todas esas mujeres encontrarían algo que decirle con respecto al matrimonio y en cómo se le había ido el tiempo.

«Oh Emmaline, fue una sorpresa que quedaras relegada» «Todas creíamos que serías la primera de tu camada en encontrar esposo» y la peor de todas «Aun puedes intentarlo, tu belleza no se ha marchitado completamente»

La última vez que había escuchado aquello había fruncido la nariz de una forma muy incorrecta y había mirado a la entrometida señora con probablemente una cara (de asesina) poco apropiada.

Sabía que no se estaba haciendo más joven, pero dudaba que envejecer te convirtiera en alguien feo del día a la mañana. Por ejemplo, su madre, con cuarenta y cuatro años, era una mujer atractiva por demás y ella sabía que había heredado su belleza. Tal vez tuviera la personalidad torpe de su padre, pero las tres hijas Carter tenían el atractivo de Margot Carter.

¿Se volvería a casar su madre? Era la primera vez que pensaba en ello, pero de pronto no le parecía una idea tan descabellada. Era apresurado todavía, de eso estaba segura, pero ¿no sería bonito que pudiera sentirse amada nuevamente? Además, eso la mantendría ocupada para que no siguiera con su loca idea de casarla a ella.

¿Cuántos señores decentes había en el salón?

Observó el panorama y al menos vio fácilmente dos. Estaba segura que no llegaban a los cincuenta años. Aunque, ¿qué llevaba a un hombre a ser soltero a los casi cincuenta años? Eso era algo sospechoso.

Una persona aclaró la garganta a su lado y ella tuvo que salir de sus pensamientos para voltearse.

¿Era Blaise?

Dios, ¿por qué Blaise estaba a su lado?

— ¿Emmaline, estás bien?

— ¿Qué haces aquí? —preguntó de forma algo brusca por la sorpresa.

— Solo creí que podríamos hablar, en realidad creo importante que hablemos.

No sabía si reír o llorar.

¿Cuántos días le había llevado buscarla para hablar? Casi dos semanas era mucho tiempo.

— ¿Sobre qué?

— ¿Podemos ir a un lugar más tranquilo? —pidió con un tono que a Emmaline le resultó sospechosamente amable.

— No, no podemos, no quisiera malos entendidos señor Lemaire.

Loca casualidad #1 ©Where stories live. Discover now