Vamos a vivir, muriendo en el intento.

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Después que transmigró al mundo de su novela top 1 para odiar pensó que el papel de secundario que le asignaron no iba a ser tan malo. Eso si evitaba al protagonista.

Pero no recordó que las carnes de cañón sin nombre son, carnes de cañón. Sí imaginó que el mundo de PIDW sería díficil, las pequeñas migajas de trama le enseñaban eso, pero en verdad era una completa mierda y un milagro continuar viviendo después de los diez años.

Logró sobrevivir, evitando que lo vendieran a gente mal intencionada, evitando tantas cosas. Pero terminó muriendo, no sabe en qué momento pero si no lo recuerda es mejor evitar revivir un posible trauma.

Cuando murió de nuevo fue, raro. Al no recordar solo estuvo vagando por el lugar, sin darse cuenta que cada pisada dejaba que un brote pequeño de bambú creciera tan alto que en su caminar en círculos gritando al sistema terminó creando un laberinto en el lugar donde sea que se encontraba.

En su nueva forma ya no sentía ni el frío ni el hambre, ni siquiera el paso del tiempo. Pero estar solo tampoco era del todo bueno. Tocando su cuerpo vio severas cicatrices, y se dio cuenta que podía mover su cuello como un buhó. Sí, él tenía mucho tiempo libre y también un último paquete de: lo siento, que le había otorgado el sistema antes de desaparecer.

Así que la ropa moderna ya no le permitía a nadie tratar de intuir cómo sucedió todo, ni siquiera mirarlo. La última persona que vino era peor que un gato que lo miró como si él fuera lo peor del lugar.

Pero son cosas de niños, aunque no ha visto a nadie más ni al gato. Esperaba que por la apariencia desnutrida y herida que traía no haya muerto en una zanja o aún peor, este mundo siempre le había en el pasado recordado que habían cosas peores.

Así que, en medio de su toma de sol, cuando percibió a alguien la curiosidad le atrapó. Y más aún cuando su presencia era bastante poderosa.

Por suerte traía sus lentes, no sabía porqué sin ellos no podía ver. Pero venían en el paquete. Aunque cuando se acercó se dio cuenta que el joven lo primero que vio con un rostro atemorizado pero valiente, fueron sus gafas.

Así que se la sacó.

Una mala estrategia. A más de no poder verlo solo oyó que se desmayó.

El maestro del bosque de bambúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora