Me gusta, me lo quedó. Lo odio, lo destruyó.

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Cinco años.

Esa fue la cantidad del tiempo que estuvo en aquel infierno sobre la tierra. No había señales de nada tranquilo solo cosas hostiles que querían matarlo. Tampoco estaba él allí, y eso lo empezaba a enloquecer.

Cada demonio que mataba acercaba al joven a perder su pequeña humanidad que el fantasma mudo le había enseñado a mantenerla. Pero cuanto más la perdía, más fuerte de lo que antes era, se volvía. Aquella energía que lo transformaba en un digno emperador reconocido en aquel horrible lugar, se sentía tan vacía en sus venas. No la quería en su cuerpo, pero sin esta no podría salir del lugar.

Aquel laberinto mortal era confuso, probandole y entregandole tesoros que no pedía. Haciendo que seres le jurarán lealtad y otros tratarán de traicionarlo. Pero nadie era aquel por el que luchaba y quería vengar.

Recolectó el poder que el Abismo Sin Fin le entregó. Sus ideas comenzaron a "cambiar", o mejor dicho aquellas cargadas con una sed de venganza incluso obsesiones de su juventud se volvieron más salvajes incluso posibles. Cuando sacó la espada sintió que podía poner el mundo a sus pies, un excelente regalo para el espectro al que esperaba volver a verlo.

Después de derrotar al demonio más fuerte de los "reinos" más importantes y demostrarle a todos que era el más fuerte; decidió salir con un portal adquirido por la sangre helada y real de quien derrotó. Sin embargo, no calculó el uso de energía haciendo que su cuerpo se destabilice y caiga cerca del reino humano. Creyó que nadie lo reconocería, nunca esperó que al salir de la inconciencia se encontraría con caras "familiares".

Estaba débil cuando aquel viejo hombre lo miró, se lo quedó viendo y él también cada uno con sus propios motivos. Aquel anciano de vestimenta amarilla habló sobre que le ofrecía la mano de su hija, algo que negó. Le ofreció convertirlo en díscipulo principal, pero también se negó mientras escaneaba la habitación.

Mientras el señor del Palacio Hua Hua seguía halagandole aquel medio demonio alcanzó a fijarse en una pintura donde residía un rostro conocido. Aquel cuadro parecía antiguo, pero reconocería a aquel de la pintura pues no parecía un gran cambio que había pasado. Cuando el mayor se dio cuenta que aquel parecía querer algo se acercó y bajó la pintura limpiandola un poco.

- ¿Te gusta las viejas pinturas o tal vez te da curiosidad el por qué está allí? Cualquiera de las opciones estoy dispuesto a dartelas si te alias con mi secta.

Dijo el mayor acercándose y otorgándole la pintura a aquel joven recién conocido. Aquella belleza la quería mantener así que cuando este aceptó su propuesta pero a cambio le contará sobre el joven retratado, le causó mal sabor de boca pero aceptó. Lo hizo sin esperar que cuando acabará su cuello sería quebrado mientras la parte demoníaca de su invitado hacía sonar las alarmas de la secta.

La pintura fue la único objeto que sobrevivió a esa secta cuando el ejercito demoníaco acabó con los supervivientes que Luo no había matado. Estos temían al medio demonio enojado, el aura que tenía era hostil mientras sin planificación decía que el próximo en caer sería Cang Qiong.

El maestro del bosque de bambúWhere stories live. Discover now