Capítulo 35

98 12 4
                                    


Advertencia de contenido: Mención de maltrata físico entendido como tortura. (Si eres sensible a este tipo de contenido, por favor salta el capítulo y evita un mal rato). 

Matías.

La línea se queda en silencio cuando le digo a Federico que Dayana y Max desaparecieron. La culpa me remuerde la conciencia a medida que escucho solo su respiración entrecortada por el móvil.

—¿Ministro?— pregunto a medida que pasan los segundos o minutos, no sé, no tengo en cuenta el transcurrir del tiempo por la tensión que se siente a través del móvil.

Nadie responde, solo se escucha la respiración frenética de él.

Espero que maldiga, indulte, me diga que me pegue un tiro antes de que él aparezca por descuidado, pero no dice absolutamente nada y eso me aterra.

—¿Federico?— me atrevo a preguntar.

Un gruñido se escucha a través del auricular.

—¿Cómo mierdas sucedió?— sisea enojado.

Ahí es cuando a mí el corazón se me acelera y llega la culpabilidad, el miedo, la decepción junto con otras sensaciones vergonzosas que no puedo en este momento explicar con facilidad.

—¡Dime! ¡Matías dime de una maldita vez!

—Federico, cálmate.

—Que me calme y una mierda, si no quieres que cuando te vea te meta un tiro en el culo, cuéntame que paso— me amenaza y esa era la reacción que esperaba desde un principio.

Toma la ametralladora que estaba armando y me la cruzó en el pecho mientras suspiro para empezar a contarle como atacaron los autos donde estaban Max y Dayana.

—El esquema de seguridad no estaba completo, te fuiste y varios de los hombres fueron movidos a otro lado por orden tuya, según un documento que dejaste firmado— empiezo a caminar a medida que varios de los hombres de confianza entran a la sala de armas con uniformes y armas en el pecho—. Puse toda la resistencia que pude, pero el consejo de ancianos intervino diciendo que tus órdenes no se cuestionan, que si bien soy el segundo al mando no puedo cuestionar una orden directa emitida por usted.

Lo escucho resoplar.

—Sucedió hace 6 horas, mataron a los 15 agentes que les prestaban seguridad y se llevaron a ambos— suelta maldiciones en voz baja mientras escucha—, las cámaras estaban deshabitadas dos cuadras a la redonda, así que como verás es difícil determinar quienes fueron.

Los agentes toman las armas necesarias para un despliegue de gran envergadura, toman municiones, dispositivos de rastreo y otros tantos que permitan mantener el operativo de búsqueda por 36 horas.

—¡Mierda!— dice con rabia—. Que desplieguen una operación de búsqueda en toda la ciudad, peinan todo que no quede piedra o edificio sin revisar, de van hasta las jodidas cloacas de ser necesario— empieza a ladrar las ordenas—, quiero informe cada hora para saber cómo se está desarrollando la operación mientras voy de vuelta a América, por último, nada de meter a los medios de comunicación en esto.

—Como ordené, ministro.

—Te quedas a coordinar las operaciones en el comando y llamas a todos los soldados para que colaboren con la misión.

—Como ordené ministro, en un minuto se inicia el despliegue militar por la ciudad.

—Espero el informe en una hora .

Corta la llamada.

—Señores hora de inicio del operativo de búsqueda, 1900— espeto con convicción— revisen todo, que no quede ni siquiera una piedra sin levantar, a los dos rehenes los encontramos, porque los encontramos— ordeno—. Hasta aquí llegan los asuntos personales, el cansancio, el dolor o cualquier situación, en las siguientes horas vuelven al comando con resultados, por suministros o muertos, de lo contrario no vuelvan porque se ganan su castigo.

Ministro +21Where stories live. Discover now