VII. Hilos pt. 2
A Aristóteles se le hizo un nudo en la garganta y no supo qué decirle.
-Él era su segundo al mando, mi padre confiaba a ciegas en él... Y él traicionó esa confianza por ambición. -Aristóteles la escuchó sin atreverse a decir una palabra más. -Luego convenció al diarca de que mi padre había muerto en combate... pero yo vi a través de sus mentiras y mi madre trató de advertirle a los demás generales, pero ninguno iba a tomar la palabra de una mujer en luto, menos la de una niña. Toribio la asesinó poco después... y trató de matarme a mí. Quizás debí haberlo dejado...
-Oye...-dijo pero ella no le permitió la palabra.
-¡De él es de quien huyo, porque quiere hacerme un trofeo de guerra, una ficha en su juego por el poder!-exclamó. Apretaba los puños y su mandíbula estaba tensionada. -Va a ser nombrado General de Esparta y no hay nada que pueda hacer para impedirlo, porque soy huérfana y mujer. Al menos eso es lo que él quiere que crea... No puedo regresar a Esparta nunca más, no mientras viva la mentira de Toribio o seré juzgada y condenada como traidora. Me apredearán en la vía principal, como a las mujeres que se rebelan a las costumbres de la gente. No tengo nada.
Aristóteles se tomó un instante antes de hablar. Se apartó de Sutra y se acercó a Aella con cautela. Estaba confundido, y el corazón latía con fuerza.
-¿P-por qué me estás contando esto?
-He estado sobreviviendo por mi cuenta por casi medio año. Conozco el Ática, conozco sus caminos, y el peligro que supone para quienes viajan sin protección. Tú necesitas protección, y yo necesito una coartada.
-A-agradezco tu oferta, pero tengo asuntos propios de los cuales hacerme cargo-dijo Aristóteles, dándole la espalda, regresando a las alforjas. -Los caminos son seguros, aún está vigente la paz por la Olimpiada.
-¿Y de verdad crees que eso les importa a los mercenarios? ¿a los ladrones? ¿a los comerciantes de esclavos? ¡Por Zeus que ni siquiera viajas con espada!
-No necesito una espada, estoy viajando con discreción.
-Con anillos en tus dedos y riendas de oro, me doy cuenta-bufó Aella. -Me sorprende que haya llegado tan lejos, estagirita.
-No te necesito. Estás tan desarmada como lo estoy yo, sin mencionar malherida... Espartana.
Aella estiró una pierna y le barrió con una patada los tobillos. Antes de que pudiera reaccionar, Aristóteles estaba con la espalda en el suelo, y con el pie de Aella en la garganta.
-Y con todo y herida aún he sido capaz de tirarte al piso... ¿Cuántas van? creo que esta es la tercera.
Aristóteles la fulminó con la mirada y procuró ponerse de pie lo más rápido que pudo, apartando el pie de Aella de una palmada. Se limpió las ropas, a duras penas sacudiendo el polvo.
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La Flor de los Olivos || Aristóteles de Estágira I (En Pausa)
Historical FictionAntes de la Academia, antes del filósofo, antes de la leyenda. Pella, Reino de Macedonia 368 a. C. Ha habido un levantamiento en palacio, el rey Alejandro II está muerto y Macedonia está al borde de la guerra con Persia. Aristóteles de Estagira de...