Nuestro auto pasó haciendo silbar al viento por la carretera. No vimos ni autos ni personas en el camino. En ese momento eran las 13:30, y hacía un calor sofocante. Tuvimos que bajar las ventanas para enfriarnos, y con la velocidad a la que íbamos, nuestros cabellos ondeaban intensamente.
A mí no me afectaba tanto, porque esta vez iba en el asiento trasero, pero a mis padres sí. El viento soplaba directamente en sus caras, y tiraba su cabello. A mi mamá no parecía molestarle, pero mi papá se enojaba bastante cuando su nuevo pelo se ponía en frente de sus ojos, y violentamente se lo retiraba.
Viendo todo eso, finalmente decidí chequear mi pelo. Cuando era hombre siempre tuve bastante cabellera. Nunca tanto como para considerarse de mujer, o siquiera femenino, pero sí me podía llegar hasta las cejas o cubrir hasta mi cuello. Ahora, a parte de volverse un poco más lacio, me llegaba hasta casi la mitad de la espalda.
Quería experimentar, ver lo que podía hacer y sus límites, así me agaché y lo lleve todo hacia adelante de mí. Luego me levanté, y había una selva negra ante mis ojos. Fue una sensación (como muchas, MUCHAS otras que sentí con el cambio) extraña, pero para nada desagradable. Simplemente, diferente. El sentimiento de mi propio pelo contra mi cara es algo que seguro toda mujer conoce desde que tiene uso de razón, pero para mí fue...raro.
Empecé a tirar de mi pelo, para ver cual era el limite. No había mucho misterio ahí, era casi igual a cuando era hombre, pero ahora era más largo, y había más formas de hacerlo. Tomé dos colas de cabello, y agarrándolas las puse a los lados de mis orejas, y tiré hacia un lado y luego al otro. Era una completa bobería, sí, pero todo era nuevo para mí en ese momento.
Me había distraído tanto con esas bobadas que no me di cuenta que habíamos llegado.
Nos bajamos del auto, y caminamos hasta la puerta café de esa casa pintada de blanco. Yo pensé en que no nos iban a atender, digo, ¿quién lo haría en esa situación?. Pero entonces se me ocurrió la idea de tocar el timbre con el orden que Félix y yo habíamos inventado cuando jugábamos de niños. Yo me adelanté hacia el timbre y toqué dos seguidas, pausa, una, pausa, dos seguidas.
Pasaron como unos cinco minutos. Cinco minutos en los que mis padres estaban desesperados, porque temían que algo malo hubiera ocurrido a la familia de Félix, y, peor aun, que algo malo nos podría pasar mientras esperábamos. Yo les dije que había hablado con Félix anoche, y que sabía que estaban en su casa. Pero seguían preocupados.
Hasta que, finalmente, la puerta café se abrió, y los ojos de mis padres se iluminaron como luces. Nos aproximamos, y un hombre un poco regordete y moreno con algo de bigote, desde la puerta entrecerrada, nos dijo: "¿Sí? ¿Qué quieren?"
- "Hola" -contesté- "Soy Armando. Armando Costas. Soy amigo de Félix. ¿Por favor nos pueden dejar pasar?"
El hombre, quien me di cuenta era la madre de Félix, estaba a punto de responderme algo, pero antes se fijó en mis padres, y reconoció a mi mamá. Entonces me dijo en un tono más amistoso:
- "Oh, Armando, eres tú, perdón por no haberte atendido bien. Pero, veo que tu mamá, sigue igual, ¿qué-"
- "Ella estaba en un avión cuando pasó la ola, no le pasó nada. Pero a mí y a mí papá... sí. De hecho, venimos del aeropuerto."
- "A ya ya. Bueno, pasen, ¿qué les puedo ofrecer?"
Mi mamá inmediatamente le contestó: "Quisiéramos quedarnos unas horas hasta que todo se calme en la ciudad."
A lo que mi papá añadió: "Sí, y si es posible, tener un espacio en su garaje para guardar nuestro auto."
La "mamá" de Félix les dijo que sí.
Yo ya sabía que iban a empezar a hablar (y hasta llorar) por todo lo que había pasado. No los culpo, pero realmente no quería formar parte de esa discusión. Le pregunté si podía ir con Félix, y me dijo que sí, que estaba en su cuarto. Entonces fui.

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La Ola del Cambio de Sexo [TG]
Science Fiction¿Alguna vez te preguntaste cómo sería si despertaras y tu cuerpo se transformó mágicamente y ahora eres del sexo opuesto? Pues si llegaste hasta esta historia es probable que la respuesta sea sí. Sin embargo, esta no es la típica historia donde fula...