Capitulo 42

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— ¿Y bien? ¿Qué es lo que opinas? —me pregunto Michael, con sus ojos puestos en los binoculares, logrando ver como las palabras que soltaba por su boca se materializaban en humo, por las bajas temperaturas de la noche.

— No lo sé. Déjame ver otra vez —le conteste algo intranquilo, pidiéndole con la mano los binoculares, a lo que el accedió—. Si... deben de ser al menos cuatro sujetos. No parecen tener ningún arma pesada, pero desde aquí no se puede ver muy bien.

— Malditos Lirios putos. Te juro que, si pudiera, mataría a cada uno de esos malditos pedazos de mierda, ratas asquerosas y miserables —bufo Michael con odio, recargándose sobre su espalda, y colocarle todas las balas al tambor de su revolver.

— Creo que debemos de volver con Chucho y la rusa, y trazar un plan; y aprovechar el factor sorpresa.

— Bien —Michael saco de su bolsa el radio por el que nos comunicábamos (mucho mejor que los de juguete que Oscar nos había dado en su tiempo), y encendió la trasmisión para poder hablar—. Chucho ¿me copias? Chucho, responde.

Te copio, ¿Qué pasa?

— Arthur y yo vamos a regresar al auto, así que no nos vayan a disparar, somos nosotros ¿bien?

Bien, entendido. Cambio y fuera.

— Cambio y fuera.

Michelle nos había estado reportando que al parecer algunos Lirios estaban rondando en unos almacenes cerca de las montañas del norte que tenían los Connor, donde guardaban algunos equipos de municiones y explosivos. Por lo que, le encargo a Michael que fuera a dar un vistazo, para ver si podíamos encontrar algo extraño, y en tal caso de encontrar a estos supuestos Lirios, matarlos en el acto.

Toda esta situación con la guerra se había apaciguado un poco las últimas semanas, desde que Esaú molió a golpes a Ezekiel, y se enfrentó con el psicópata de la espada, los Lirios habían estado replegando sus fuerzas y defensas a limitarse únicamente a su territorio. Parecían haber pasado de la ideología de atacar y conquistar todo lo que pudieran, a ser pasivos, y limitarse a defender los territorios adquiridos.

Era obvio que estaban planeando algo, o al menos toda esta parte de dejar de atacar de repente era demasiado sospechosa. A menos que al imbécil de Ezekiel después de semejante paliza que le metió Esaú, le entrara miedo, y terminara por acobardarse.

Lo más arriesgado que se disponían los Lirios a hacer, eran pequeñas expediciones hacia el territorio de la ciudad que aún no les pertenecían. Normalmente solo limitándose a merodear y observar, sin atacar, a menos que la gente de los Connor lo hiciera.

En palabras de Michael, era como si los Lirios estuvieran estudiando el terreno primero, para después lanzar un gran ataque. Como si lo estuvieran cociendo a fuego lento. Aunque Michelle lo tachaba de exagerado; aun así, ella misma no dejaba de tomar precauciones.

Esaú no había podido venir esta noche, parecía que tenía algo que hacer en el hospital con algunos de sus familiares. No quiso entrar en detalles; por muchas cosas que hubiéramos vivido con él, el tarado seguía siendo igual de reservado que un tabique. Así que, en su lugar, tuvimos que traer a la rusa con mirada de gato que me había estado hostigando con mi nombre unas semanas atrás. Michelle fue quien lo decido, ya que Michael al no saber dónde estaban todas las ubicaciones de los almacenes de armas; la rusa parecía tener ese conocimiento a la perfección. Por lo que sin más opciones para saber exactamente donde se encontraban, tuvimos que traerla.

— Por todos los cielos Arthur ¿Qué no tienes frio? Esta haciendo un viento de los mil demonios, casi parece que estamos en invierno y no en otoño. Me estoy congelando —me pregunto Michael mientras íbamos de camino hacia el auto, bajando por la colina por la que nos habíamos ocultado para poder ver desde lejos los almacenes, titiritando sus dientes, y abrazándose a sí mismo.

Crónicas de un criminal. La dialéctica de la pólvora (2)Where stories live. Discover now