Capítulo 2

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Cuando terminaba mi jornada laboral a las dos de la tarde, debía tomar mis cosas y correr hacia la calle a buscar un taxi, para así partir e intentar llegar temprano a la universidad. Recibía Clases de las tres de la tarde a las ocho de la noche, un enorme sacrificio, pero no me importaba, porque tenía la creencia de que al final todo valdría la pena.

Aunque mi cuerpo no siempre estaba de acuerdo con ese pensamiento, en especial cuando regresaba al apartamento con los pies matándome de dolor arrastrándose sobre aquel piso de mármol. Era la imagen de la miseria, volviendo agotada solo a buscar algo de comer, y prepárame para dormir, con la ilusa esperanza de que al día siguiente algo cambiaría y mágicamente Damián Maxwell se enamoraría de mí.

«Necesito un pequeño cambio... necesito que él me vea»

—¿Maya?

Frené en seco a mitad de pasillo al escuchar la voz de mi hermana, y alcé el rostro para buscarla, pero tuve que volver a bajarlo ya que se encontraba sentada en el suelo, a un costado de la puerta, con una bolsa de cartón y otra de plástico en su regazo.

—¡Jade! —exclamé con emoción, y no dudé en correr hacia ella. Olvidando mi cansancio, me dejé caer de rodillas a un costado para abrazarla. —. ¿Qué haces aquí? ¿Y Aranza?

A pesar de que nos encontrábamos viviendo en la misma ciudad, eran escasos los días en que podíamos convivir, en especial luego de que decidiera estudiar y trabajar al mismo tiempo. Pasaba tan agotada, que apenas podía visitarla uno o dos domingos al mes.

—Es el día de "excluyan a Jade" —dramatizó. —. Caín la llevó de paseo. Ella te manda muchos besos y abrazos —dijo, contenta, mientras ambas nos poníamos de pie, y sonreí enternecida, pensando seriamente en que debía ir pronto a visitar a mi adorada sobrina y salir con ella también; excluyendo a Jade. —. Traje la cena, comida tailandesa y de postre...

—¿Helado de pistacho?

Ella sonrió, mientras asentía con la cabeza.

—¡Genial! Ven, entra —chillé con entusiasmo, buscando las llaves en el bolso para abrir la puerta. —. ¿Llevas mucho aquí?

—No tanto... quise llamarte para ver si seguías en la universidad y así pasar por ti, pero habría arruinado la sorpresa.

—Entiendo... el taxi se retrasó. —le conté.

—Algo por lo que no tendrías que pasar, si te animaras a conducir.

Negué con la cabeza. No estaba dispuesta a conducir en la ciudad, ni siquiera era tan experta al volante y las personas no respetaban las leyes de tránsito, aparte de que eran groseros y siempre llevaban prisa.

¡Argh! El solo pensarlo me provocaba una enorme ansiedad.

—Tendrás que hacerlo en algún momento. —comentó, cruzando el umbral conmigo, para adentrarnos en mi pequeño espacio.

Mis mejillas se encendieron de vergüenza cuando encendí la luz y todo el desorden que había provocado aquella mañana por salir con prisa quedó a la vista de mi hermana mayor.

—Lamento esto, y-yo... iba tarde —dije, apresurándome a juntar todo lo que podía.

—Descuida, sabes que te entiendo, estuve en tu situación. —ella habló con aquel tono sereno y maternal que la caracterizaba, mientras observaba con nostalgia aquel que fue su hogar durante años.

Después de que Jade se casara, Leila y Byron decidieron comprar el apartamento y volverlo su hogar, pero luego de un año, sorpresivamente para todos, la doctora decidió ejercer en el pueblo, por lo que dejaron aquel lugar libre. Les pedí que me lo alquilaran luego de haber obtenido el empleo, y ellos decidieron obsequiármelo con todo lo que había dentro, incluyendo algunas cosas de Jade.

Jefe, ¡Estoy Enamorada!... De Su Hermano.Where stories live. Discover now