Capítulo 4

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Lionel fue el primero en despertarse por unos suaves ronquidos en frente de su rostro. Guillermo se veía tan tierno dormido, parecía en tanta paz que despertarlo sonaba a un pecado.

Pero un pensamiento lo abrumó... ¿Había sentido esto con alguien más?

No recuerda haber visto a Antonella dormir y pensar lo mismo que con el guardameta.

Esto estaba mal. El nivel de problemas que esta relación traería sería abismal. Además, ¿y si solo es pasajero? Una parte de sí mismo esperaba eso, ya que sería más fácil terminar su relación tan extraña que esperar a que el público la aceptara.

Y ese ni siquiera era su mayor problema, no sentía algún remordimiento en tener esos sentimientos con un hombre, sino en estar siendo infiel. No solo porque eso probablemente ya lo hace una mala persona, sino porque hay demasiada gente en el mundo que lo admira, él tenía la esperanza de no tener manchas como Diego Armando Maradona, esperaba ser perfectamente digno de ser llamado "ídolo".

Pero al parecer no pudo cumplir eso.

Lo peor es que no había pasado ni una semana desde que empezaron a hablar y ya el mayor lo había masturbado en un espacio casi público. ¡Eso es!... Todo estaba pasando muy rápido, con mayor razón todo esto sería pasajero. Tendría que hablarlo con Guillermo de inmediato.

Pero su mente se quedó en blanco cuando vio esos ojos caramelos abrirse y que lo miraran con dulzura.

—Buenos días, guapo.

—¿Por qué tenés que ser tan lindo y bonito?

Una risa nerviosa le respondió. ¿Este era el mismo hombre que anoche le había susurrado semejante frase en francés?

—Yo... Supongo que me hicieron con amor.

—Creeme que casi les hago un altar a tus padres por ello.

Otra vez su mente se llenó. Nunca le había dicho ese tipo de cosas a su esposa, es más, ¿no se suponía que era medio tonto en lo romántico?

Era hora de afrontar la realidad, y más porque su familia llegaba en los días siguientes.

—Guillermo... ¿Cómo te sentís?

—Pues... Tengo hambre.

Lionel rió. Tal vez y solo tal vez podría retrasar esta conversación.

—¿Querés acompañarme a comer?

—¿Los santos piden veladora?

Esa fue suficiente respuesta para ir juntos al comedor del hotel. Cuando ambos futbolistas llegaron se encontraron con sus selecciones ya desayunando entre todos, en serio se habían llevado bien, sobretodo Kevin y Julián, los cuales no dejaban de pelear, pero esa era su forma de demostrar amistad. El menú era lo suficientemente internacional como para que la selección mexicana se tomara el tiempo de instruir a los argentinos en su gastronomía.

—¡La puta que te parió, Kevin! ¡Vos dijiste que esto no picaba!

—¡JA! Y eso que ni siquiera es la salsa original.

—Chingada madre contigo, Kevin. ¡Ya enchilaste al niño! —exclamó Lainez.

—¡¿Cómo que niño?! ¡Si soy mayor que vos!

—No puede ser... —Ochoa se pasó una mano por la cara.

Lionel riendo se acercó con la intención de hablarle bajo a su mayor.

—¿Siempre son así de... Energéticos?

—¿Ahora ves lo que tengo que aguantar?

—Escuché que lo enchilado se te quita a besos... —dijo coqueto el Álvarez mexicano.

✿_。ʜɪꜱ ꜱᴍɪʟᴇ 。_✿Where stories live. Discover now