Capítulo 5

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Otro día, otras cinco horas de un agotador entrenamiento.

Sentía que su cabeza iba a estallar, además, tenía unas ligeras ganas de vomitar. Ayer, luego de haber dejado a Lionel después de cogérselo no había podido conciliar el sueño en la noche, y en la mañana apenas si había tenido ganas de comer.

Se sentía horrible, el argentino probablemente se esté sintiendo como una porquería porque fue infiel. Pero Ochoa sería peor persona, él había engañado a su anterior novia y ahora era el amante. 

Al parecer, el ciclo se repite, y si es así... ¿Cómo hubiera sido su relación con Messi? ¿Alguno hubiera cometido otra infidelidad? Una parte de sí lo dudaba, pero su uso de razón decidió que era mejor no pensar en ello, no valía la pena. Ya no.

Sin embargo, no podía evitar desear que el delantero esté esperándolo en el banco, como la última vez. Solo había pasado en una ocasión, pero daría lo que fuera para que se volviera a repetir.

Ahí es cuando volvió a reflexionar, ¿las cosas serían mejores si nada de esto hubiera pasado? Si solamente se hubiese conformado con amarlo desde el silencio. Los pensamientos no lo dejaron actuar bien en el entrenamiento, esperaba que eso no afectara su juego...

Sus compañeros habían notado su estado, pero ellos sabían diferenciar cuando era buen momento de hablarle, así que por el momento, no se habían acercado. Excepto Diego Lainez, que llegó a su lado cuando se preparaba para irse.

—Eh, Memo. ¿Todo bien? Te veo como... Achicopalado.

—¿Yo? Sí, sí... Al cien. —dió un intento de sonrisa.

—¿Es por el partido? ¡No te preocupes, ya verás que vamos a romper la maldición!

—Eso espero...

Soltó un suspiro—. Nah... No es eso, ¿verdad? Es otra cosa.

—Diego, yo no estoy de-

—¿El divorcio?

Quedó estupefacto. De cierto modo, Lainez había acertado, pero no se trataba de su divorcio... Sino del que le podría pasar a alguien más.

Su mueca le confirmó al menor que estaba en lo cierto.

—Diego...

Ni siquiera pudo articular algo más porque el menor lo había atrapado en un abrazo.

—Wey, te quiero mucho... Por cualquier cosa que estés pasando, yo sé que lo vas a solucionar y vas a salir como un campeón.

No respondió, pero lo envolvió de vuelta. En serio necesitaba esa muestra de afecto.

Se sentía abrumadoramente solo. Ansiaba a Lionel con tanta fuerza que no le importaba si tendrían que actuar como simples conocidos, eso le bastaría con tal de escuchar su dulce voz y adorables tartamudeos. 

Había llegado a la conclusión de que si le daban la oportunidad de amar al argentino como Dios manda, haría todo para demostrar que no volvería a cometer algún acto de traición.

Pero lastimosamente, eso no llegaría a pasar.

Se separó del abrazo. El menor lo miraba inocente, era esa pura y dulce mirada característica de un niño que no tenía idea de lo que estaba pasando. ¿Diego lo seguiría apreciando si supiera en lo que estaba metido? ¿Qué hay de Kevin? ¿Y sus hijos? ¿Cómo responderían cuando alguno se enterara de los engaños de los que había sido partícipe?

—Memo, ¿en serio estás bien?

—... Lo estaré.

—¿No quieres hablar? 

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