Capítulo 11

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"DEMUÉSTRALO"

OLIVIA 

Ian se quedó detrás de mí mientras que yo avanzaba hasta el guardia que permaneció al lado de la puerta. Me esperó pacientemente y por un momento quise girarme para asegurarme de que Ian seguía ahí, pero no lo hice. Estaba segura de que no se movería ni un paso hasta que yo no estuviese dentro y, si no fuese por la afirmación que hizo antes de que iría a ver que Leila y Marko estén en la sala de los esclavos, me creería que se quedase fuera esperándome hasta salir.

El guardia llamó a la puerta con tres golpes, esperó unos segundos y abrió. Me deslicé por su lado cuando me permitió pasar y una vez dentro cerró detrás de mí quedándose fuera.

Lo primero que hice fue echar un vistazo a todo. Más que un despacho parecía una sala de estar normal y corriente. Era enorme, eso sí. Pero me esperaba algo diferente. En el lateral había un escritorio y eso era lo único que parecía digno de un despacho.

Las paredes estaban decoradas con varias pinturas, algunas parecidas a las de la subasta. Y otras eran de los cinco de la élite. Estaban todos repartidos por la sala, entre ellos Ian, que lo habían pintado junto a sus padres. No pude evitar fijarme en William. Sus ojos parecían atravesar la pintura y fulminarme desde ahí. Era la misma sensación que me transmitía el cuadro que Ian tenía colgado en su salón de ellos tres. Odiaba esa pintura y evitaba mirarla a toda costa.

Pero por alguna razón con esta sucedió algo diferente, por un momento me visualicé justo al lado de Ian. Entre él y su padre. Representando la unidad familiar de la misma forma en la que ellos lo hacían, con esa mirada tan frívola reflejada en mí.

— Tú padre era un hombre que odiaba posar. — Giré mi cabeza en la dirección de la que vino la voz. Estaba en medio de la sala, donde había dos sillones colocados delante del ventanal, estaban girados el uno hacia al otro, por lo cual yo veía su perfil pues seguía parada en frente de la puerta.

Me tensé cuando me di cuenta de que las vistas daban justo al jardín en el que estábamos, podía ver las mesas y las mantas e incluso a los que seguían ahí abajo. Y sí, la manta en la que estábamos Marko y yo estaba completamente a la vista.

— Ian es parecido a él —hablé con serenidad, intentaría que no viese lo nerviosa que me ponía esta situación —. Sobre todo, en la cara. Tienen los mismos pómulos marcados —. La escuché soltar una pequeña risa.

— Siéntate conmigo —ordenó, me sorprendió que no usara un tono severo. Más bien sonó parecido a una petición. Vale, supongo que pretendía que me sintiera más cómoda porque sería más fácil que soltara cualquier cosa en un ambiente en el que podía confiar.

De todas formas, le hice caso y me dirigí al sillón que tenía al lado. Me senté con cuidado y puse mis piernas levemente de lado, mis manos sobre ellas y la miré esperando algo más. Pero ninguna de las dos hicimos nada. Solo nos miramos fijamente durante un rato.

Su pelo blanco recogido hacia atrás, en la zona baja de su cabeza. Usaba un traje de color gris oscuro y sus piernas estaban cruzadas, una sobre otra. Apoyada en el respaldo con las manos sobre los reposabrazos.

Se veía poderosa. Porque lo era. Y yo me veía inocente y débil, pero no lo era.

Esta imagen sin duda debería inmortalizarse al igual que lo hicieron conmigo en la última prueba. Pues este momento representaba una guerra que estaba a punto de comenzar. Una que estaba segura de que ella sabía que se avecinaba tanto como yo.

La élite y los rebeldes, todos ellos en nosotras. La dueña de unos y la dueña de otros sentadas una frente a la otra.

— Yo creo que tú te pareces más a él de lo que se parece Ian. —Vale. Empezamos por el tema de mi familia, genial. Mi favorito —. Puede que Ian tenga sus facciones, pero en lo que respecta la personalidad, eres su viva imagen.

El Juego De La ReinaWhere stories live. Discover now