capitulo 11 💛

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[El latido es] un vínculo con el movimiento universal que nos rodea,
las mareas, las estrellas y los vientos, con sus ritmos sorprendentes y sus fuentes invisibles.

STEPHEN AMIDON y THOMAS AMIDON
M.D.: El motor sublime: una biografía del corazón humano

Estamos un poco alejados de la cueva y notamos cómo el kayak se eleva con cada ola que pasa debajo de nosotros, y vemos cómo el agua se rompe alrededor de la roca y luego entra en la abertura como por un embudo. Me echo hacia atrás tratando de calcular, como lo he hecho durante las últimas diez olas, cuánto espacio hay entre la superficie del agua y el techo del túnel. Parece que
sea de treinta a sesenta centímetros más alto que nuestro kayak.

—¿Estás bien? —pregunta Yibo. Usa su
remo para que retrocedamos un poco—. No tenemos que entrar si no quieres.

—Estoy bien —miento. Pero las siguientes palabras son de verdad—. Me gustaría entrar. — Cuento los latidos que tarda el agua en salir precipitadamente—. Sólo necesito verlo una vez más, y luego podremos entrar.

—Está bien —dice Yibo, colocándonos
enfrente de la entrada.

Unos segundos después, siento que otra ola surge detrás de nosotros y eleva el kayak ligeramente. Miro cómo el agua se cuela de nuevo por la entrada, con rapidez.

—Recuerda mis palabras —me sugiere,
moviéndonos hacia atrás mientras nos mantiene en ángulo en relación con la abertura—. Todo lo que tienes que hacer es remar fuerte, luego levantar tu remo y echarte hacia atrás cuando te lo diga, ¿de acuerdo? Vamos a atrapar la siguiente ola que entra. Y lo lograremos, te lo prometo.

—Entendido —afirmo, con mucha más confianza de la que siento. Estoy tan hundido ahora, que es todo lo que puedo hacer.

—Está bien, vamos allá, justo ahora —dice cuando la próxima ola crece detrás de nosotros—. Date la vuelta. ¡Rema!

Lo hago y siento el inmediato poder de los golpes de su remo mientras se unen a los míos. Nuestro impulso crece, y de pronto despegamos al tiempo que la ola atrapa el kayak. Sufro un inmenso ataque de miedo cuando nos levanta y nos manda volando... justo al agujero en la roca.

—¡Échate hacia atrás! —grita Yibo.

Lo hago, llevando mi remo al pecho y
gritando al mismo tiempo. No parece que haya ninguna manera de pasar por la abertura, así que cierro los ojos y me agarro a los lados del kayak.

Todo es ruidoso y apagado al mismo tiempo. El kayak golpea con fuerza contra las paredes de roca del túnel.
Aprieto el remo como si mi vida
dependiera de él.

—¡Está bien! —grita Yibo—. ¡Quédate
abajo!

Por el momento, no hay ninguna posibilidad de que haga otra cosa. Aun con los ojos cerrados puedo saber que está oscuro. El aire es pesado por
la humedad y la sal, y se percibe su espesor al respirar. Aprieto los ojos con más fuerza todavía, seguro de que vamos a morir. «No puedo respirar,
no puedo respirar, no puedo...», pienso.

Y entonces algo milagroso sucede. El túnel nos escupe como al final de un tobogán, y todo queda casi en calma. Sigo allí tumbado por un momento, con miedo de abrir los ojos, escuchando. Puedo oír mi propia respiración, la de
Yibo y el agua golpeando contra la roca, y algo más, ¿goteando?

—¡Ah! Lo hemos logrado. —Yibo deja
escapar una risa extasiada, luego el kayak se mece y siento una mano en mi hombro—. Eh, ¿estás bien? Ya puedes abrir los ojos.

Primero entreabro uno y luego el otro, y lo que veo es su cara sobre la mía. Me mira, y es imposible que pueda respirar si él está tan cerca. —Lo hemos conseguido. ¡Mira!

Jadeo. Lejos, muy por encima de nosotros, puedo ver el cielo a través de una abertura que parece una claraboya en el techo de la caverna. Es una ventana que lo enmarca perfectamente,
haciendo que el azul contraste con las paredes oscuras de la roca.

Un ♥️ para 2 || Yizhan ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora