capitulo 32 💛

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Da todo tu amor. Obedece a tu corazón.

RALPH WALDO EMERSON

Me detengo en el mismo mirador en que lo hice la primera vez que conduje para ver a Yibo. La luz del sol y el aire salado entran en el interior del coche cuando bajo la ventanilla, y trato de respirar
tal como lo hice ese día. Mis manos tiemblan de la misma manera ante la idea de verlo. Pero muchas cosas son diferentes ahora.

Entonces, me prometí que no hablaría con él, que sería invisible. Que no interferiría en su vida. Ahora necesito que él me escuche. Quiero que me
vea. Y, a pesar de lo que me condujo a él, no quiero pensar en que no sea parte de mi vida.

Necesito decirle la verdad, que está enredada entre las mentiras. Cómo fui buscando el corazón de Ayanga, una conexión con el pasado. Una manera
de conservarlo. Pero que lo que obtuve cuando lo encontré a él fue una razón para dejarlo ir.

Necesito decírselo.

No cambiaría eso ni aunque pudiera.
Cuando doy la vuelta en la calle principal, estoy hecho un lío. Todavía más ahora que ese primer día. Aparco en el mismo lugar en que lo hice la primera vez, enfrente de la cafetería, y
observo a través de la ventana para ver si hay alguna posibilidad de que lo encuentre allí, pero está vacía. Respiro hondo y cruzo la calle hacia el
local Good Clean Fun, con la vista baja, tratando de reunir valor mientras avanzo. Cuando me detengo en la cuneta y finalmente levanto la vista,
el suelo desaparece debajo de mis pies.
El interior del local está oscuro. Los estantes que solían hallarse llenos de kayaks están vacíos, y delante de la puerta cerrada hay ramos de flores
y letreros.

Letreros con el nombre de Yibo.

Se me nubla la vista, y todo el aire en el
mundo se agota. Doy un paso hacia la puerta, pero ni siquiera puedo ver. Todo lo que veo es el hospital, el rostro de Yibo y su expresión cuando le dije la verdad. Su expresión cuando se fue. La
forma en que no miró atrás. Me hundo justo donde estoy, como si no tuviera piernas debajo de mí.

«Esto no puede estar sucediendo», pienso.

No cuando no he tenido siquiera..., cuando no he logrado tener una oportunidad de hablar con él, o de dejar las cosas claras, o sólo... sólo de verlo.
Hundo la cabeza entre mis rodillas y lloro. Lloro por mí mismo, por Yibo y por Ayanga también. Esto es demasiado. La vida y el amor, y lo frágil que es todo. Se repite una y otra vez en mi cabeza, un estribillo triste y desesperado.

«Esto no puede estar sucediendo, esto no puede estar sucediendo, esto no puede...»

—¿Zhan? ¿Eres tú?

Me cuesta un segundo reconocer la voz, pero, cuando lo hago, levanto la cabeza lentamente, con miedo de lo que me encontraré cuando mire a Ziyi. Ella está de pie delante de mí, y tengo que
entrecerrar los ojos, en medio de la luz del sol y las lágrimas, para verla. Me mira, luego ve las flores y los letreros ante la puerta, y abre los ojos
como platos.

—¡Dios mío! —dice. A continuación se
sienta enfrente de mí y coge mis manos entre las de ella—. Él no..., esto es... Él va a ponerse bien.

—¿Qué...? —Apenas puedo pronunciar la palabra.

—yibo. Va a estar bien. La gente sigue
trayendo cosas aquí porque no puede recibir visitas todavía, y tuve que cerrar la tienda hasta que mis padres regresen.

El alivio abre mi pecho, y finalmente la
puedo ver. Tiene los mismos ojos verdes que él..., amables y conmovedores, pero en cierto modo también cansados.
Yo me seco los ojos. —¿Qué le ha pasado?

—Entró en rechazo agudo hace cuatro días.

—¡Oh, Dios mío!

Mi propio corazón prácticamente se detiene, y la culpa me envuelve y me aprieta. Cuatro días antes, cuando nos fuimos del local después de su pelea con Ziyi porque no tomaba sus medicamentos, cuando pasamos esa tarde juntos y cuando no lo vi tomar las pastillas ni una vez. Hace cuatro días, cuando conoció la verdad.
—Nos asustó mucho —dice—. Yo sabía que pasaba algo en cuanto llegó a casa. Se fue a su cuarto, y oí el ruido de vidrios rompiéndose. Cuando entré corriendo, Yibo estaba destrozando
todas sus botellas.

Ella hace una pausa, como si lo estuviera viendo de nuevo.

—Entré corriendo y traté de detenerlo, pero no paró hasta que las rompió todas; y no me habló, no me dijo qué ocurría. Solamente dijo que quería estar solo. Unas horas después, empezó a tener
problemas para respirar, y se lo veía terriblemente mal. Estaba casi en insuficiencia total cuando la ambulancia llegó a casa, a la mañana siguiente.

—Dios mío —susurro.

Empiezo a llorar y me miro las manos, que se retuercen sobre mis piernas.

«Es culpa mía, es culpa mía, es culpa mía»,
me repito.

—Él ya está estable, pero no fuera de peligro. Le han dado una fuerte dosis de medicamentos contra el rechazo, y se quedará en observación en el hospital hasta que sus biopsias salgan bien. —
Ziyi respira hondo y se apoya en la pared—. Él no está respondiendo tan bien como les gustaría, aunque creo que..., creo que hay algo más que el hecho de saltarse unas cuantas dosis de sus
medicamentos. —Ella me mira—. Él me contó lo que pasó... con la carta.

Todos mis músculos se tensan, preparándome para oír lo que ella piensa de mí.

—Por eso no llamé cuando todo esto sucedió. Odiaba lo que hiciste. Cuando me lo contó, quise odiarte por no respetar su decisión.

Yo parpadeo y ella hace una pausa. Suaviza un poco el tono. —Pero luego me di cuenta de que yo había estado haciendo lo mismo durante un tiempo, sólo que de un modo diferente. Exponiéndolo todo para que cualquiera lo vea, porque de alguna manera
me hacía sentir mejor. Pero Yibo en realidad tampoco quería eso.

No sé qué decir.

Ziyi me mira a los ojos. —Me equivoqué al hacerlo —dice—. Y tú te equivocaste al hacer lo que hiciste.

Ella vuelve a respirar hondo, y yo lucho por encontrar las palabras correctas para disculparme. —Pero, honestamente —dice ella—. Desde que te conoció, él ha estado mejor de lo que nunca lo había visto. No escribí acerca de eso, pero en
realidad, después de su trasplante, tuvo que luchar con un montón de cosas con las que no sabíamos cómo ayudarlo. No estaba segura de si alguna vez tendríamos al viejo Yibo de regreso. —Ella sonríe—. Pero entonces te conoció, y fue como si recuperara la vida. No sé si alguna vez he visto a mi hermano tan feliz como cuando estaba contigo.
Así que, si de algo hay que culparte, es de eso.

Lágrimas calientes resbalan por mis mejillas. Felices, tristes y agradecidas al mismo tiempo.

Ziyi sonríe. —Fuiste la primera persona por la que preguntó al despertar, y yo no quería..., no pensaba que fuera buena idea que te viera. —Ella me coge
de la mano y la aprieta—. Pero lo está pasando mal ahora, y creo que necesita verte, así que es bueno que estés aquí. Yo puedo llevarte al hospital.

Afirmo con la cabeza, todavía incapaz de hablar. Creía conocer a Ziyi porque había seguido sus actualizaciones en el blog sobre yibo, y luego creí que la conocía mejor tras las pocas veces que me encontré con ella, pero ahora
puedo ver lo que en realidad es: una persona que se preocupa, ferozmente protectora, de buen corazón, que haría cualquier cosa por su hermano,
incluso perdonarme.

—Gracias —logro decir por fin.
Ella me vuelve a apretar la mano.

—Gracias a ti por encontrar a mi hermano.

Un ♥️ para 2 || Yizhan ||Where stories live. Discover now