Capítulo 8

2.6K 328 273
                                    


Pablo estaba al volante, no fue hasta la mitad del camino que se percató de la situación. Estaban a solas. Nadie más estaba allí. 

Lionel había conectado su Spotify e iban escuchando una de sus playlist.

– ¿Se está nublando de nuevo o me parece a mí? – le preguntó a Pablo mientras miraba por el parabrisas.  

Pablo miró hacía arriba, efectivamente el sol estaba siendo tapado por las nubes, otra vez. 

– Da toda la sensación – respondió. 

Lionel tarareaba la canción que estaba sonando, era una de Miranda. 

Pablo sonrió, Lionel no parecía alguien que escuchará ese tipo de música. 

– ¿Te estás riendo de mí? – le preguntó Lionel mirándolo. 

Pablo negó con la cabeza pero sin dejar de reír. 

– No creí que te gustará está música. 

Lionel comenzó a cantar la letra a la perfección. Le estaba haciendo un show en vivo a Pablo y este no podía dejar de reír. 

Cuando llegaron a la casa, Pablo se disculpó por el desorden y se apresuró a encender la calefacción. Esa semana estaba siendo más fresca que de costumbre. 

Lionel se sacó la campera de abrigo y la dejó colgada en una silla. 

La casa no era demasiado grande, más bien era pequeña, perfecta para Pablo y Enzo.

Dos habitaciones, cocina, living, baño y un pequeño lavadero. 

Las paredes estaban pintadas de un color claro. 

Pablo puso una mano en la pared para constatar que la pintura ya estuviera seca. 

– Pinté el miércoles pero con esta humedad no estoy seguro si secó bien – le dijo a Lionel. 

Lionel se acercó a dónde él estaba e imitó su acción. En efecto, la pintura se había secado.  

Antes de quitar la mano rozó la de Pablo sin querer. Esa simple acción bastó para ponerle los pelos de punta. 

Estaban muy cerca el uno del otro. 

– ¿Ayer te dormiste en serio? – le preguntó de la nada Lionel. No lo estaba mirando a los ojos, su mirada estaba fija en sus labios. 

Pablo se puso nervioso con la pregunta. En la mañana, mientras se duchaba, recordó lo que había hecho y como había obligado a Lionel a dormir con él. 

Se había aferrado a su brazo y le había dicho que tenía frío. 

– Este…si, creo – le contestó girando la cabeza – ¿Me ayudas a correr esto? – le preguntó cambiando de tema. 

Lionel sonrió de costado, iba a ser difícil encarar a Pablo. 

Juntos movieron el mueble que el dueño de la casa había indicado. 

Vaciaron cajas enteras y se cansaron de correr muebles. 

– Muero de hambre – se quejó Pablo recostado sobre el sillón. Era casi la una de la tarde. 

– Eso se soluciona rápido – le dijo Lionel. Tomó su celular y llamó a una pizzería. Durante la llamada le preguntó a Pablo de que quería y la dirección exacta de la casa. 

Pablo se quedó con las ganas de que Lionel le cocinara. 

Ambos estaban tirados en el mismo sillón, aún quedaban muchas más cajas y algún que otro mueble. 

corazón frágil (Scaloni x Aimar)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant