Capítulo 19: La fiesta Pt.1

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Era algo bien sabido que el papá de Emily era un hombre alegre y extrovertido, pero las chicas nunca se esperaron que tanto. Cuando Despechá' de La Rosalía sonó en la radio, él se desconoció completamente.

Cantaba tan fuerte que apenas podían escuchar sus propios pensamientos.

—¿Segura que es acá? No escucho música —interrogó Emily, hablando con fuerza para poder ser escuchada sobre los alaridos de su papá.

—Es a una cuadra, pero dile de una vez —sugirió Claudia en el mismo tono.

—Papá —llamó Emily, pero su papá no la escuchó—. ¡Papá, para, es aquí!

—¡Ay! —exclamó, y pisó el freno hasta el fondo, tan fuerte que el auto brincó—. Casi me paso, discúlpenme, ¿sí es esta?

—Sí, sí, es aquí —asintió, bajando del carro con extrema prisa, intentando escapar, le hizo señas a sus amigas para que hicieran lo mismo.

Su papá bajó la ventana del copiloto para hablarles.

—Bueno muchachas, ya se la saben. Si necesitan cualquier cosa llaman a tu mamá —señaló a Emily—. Que si el teléfono me suena en esa reunión nos quedamos sin quincena. Diviértanse.

Y entonces, pisó el acelerador y desapareció en la distancia, dejando tras él una nube de tierra. Cuando el auto estuvo completamente distante, Claudia brincó hasta el timbre de Cassandra, al que golpeó con euforia unas diez veces, saltando como un resorte con una sonrisa que casi cubría su rostro.

La pelirroja de asomó con una expresión rabiosa, como si quisiera despedazar a alguien a mordiscos; sin embargo, cuando vio a Claudia, su expresión cambió por completo.

—¡Tu cabello! —exclamó, y corrió hasta ella.

—¡No, el tuyo! —respondió Claudia.

—Ah sí, por fin está bonito —Cassandra peinó su cabello con una sola mano, se lo había alisado—. Pasen, ¿trajeron todo?

Ay, a Sofía se le habían olvidado las galletas de soda.

—¡Trajimos ron! —exclamó Catherine, levantando su mochila con ambas manos, y bailando como si trajera en ella el mayor tesoro de la historia, cuando en verdad lo único que tenía era ron conservado en botellas de plástico y de marca dudosa.

—Está bien con eso, supongo... —Cassandra asintió, dándole la última vuelta a la llave para abrir el portón de su casa—. Pasen, todavía no han llegado ni una octava parte de los invitados.

Cuando escuchó esta frase, Catherine le lanzó una mirada discreta a Sofía, y ambas pensaron lo mismo: era obvio que las personas a las que Cassandra había invitado no iban a llegar.

Pasaron a la casa, y en verdad debían admitir que les daba algo de lástima que fueran a ser solo ellas esa noche. Cassandra se había esforzado muchísimo con la decoración y el posicionamiento de los muebles.

Las becadas realmente eran un equipo, y trabajaban como tal. Melanie cambiaba los focos de la sala por bombillas de colores, Danielle organizaba las botanas y todo lo que se le pareciera en una mesa y Bárbara movía un mueble hasta una esquina para hacer el lugar aún más espacioso.

—Bueno, chicas —les habló Cassandra, notablemente emocionada por ser la anfitriona—. La fiesta como tal va a ser entre las salas, la cocina y el pasillo, vamos a llevar sus bolsos a mi cuarto.

Tras eso, se sacó del suéter una llave que llevaba atada al cuello. Pasaron por una pequeña sala de estar con decoración sencilla, y luego de eso llegaron hasta el cuarto de Cassandra, que abrió con la misma llave.

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