O1.

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Las Nevadas era un reino bastante próspero, abundante en tierras fértiles y rico en minerales. Fue apodado como "La tierra del milagro" era perfecto para hacer tradeo de productos con los otros reinos, mientras que él brindaba cosechas y minerales, los otros reinos le brindaban las armas de mejores calidades y productos especiales de las temporadas. Nunca se tuvieron que preocupar por pasar hambre en el invierno y por el mal tiempo de cosecha, siempre tenían para todo el año. Y claro, que también tenía mucho que ver el rey que manejaba la nación.

El pueblo amaba tanto a su realeza, que las casas y calles vestían de un blanco elegante para poder recibir a quién sería su nuevo rey. No faltaba nada para que dicha ceremonia comenzara, todos querían ver al príncipe portando aquella majestuosa corona que alguna vez perteneció a su padre. Todos querían celebrar el mes completo, después de todo, una coronación no sucedía todo el tiempo y al parecer tampoco sucedería en ese día.

Un inconveniente no invitado a la celebración había aparecido, atrasando todo el evento y con ello destrozando todo a su paso. Guardias y sirvientes yacían inertes en el suelo, habían intentado evitar que los intrusos llegarán a sus majestades.

Quackity corría sin siquiera poder procesar todo lo ocurrido, su ropa y manos estaban tintadas de un rojo carmesí, color proporcionado por el cuerpo moribundo de su padre. Recordaba perfectamente cómo daba su último aliento en sus brazos, para después, siendo obligado por su guardia personal, correr por su vida.

Un golpe de estado, estaba haciéndose paso por su reinado y Quackity, no sabía qué hacer.

Ahora entendía por qué los ancianos del congreso, no lo querían como gobernador. Ni siquiera pudo evitar que aquella gente muriera por su culpa, no pudo salvar a su padre y por poco tampoco pudo salvar a Luzu. ¿Y qué estaba haciendo ahora? Siendo obligado a correr, porque era tan inútil, que ni eso sabía hacer en su momento.

¿Cómo sería capaz de proteger a su pueblo, si no era capaz de proteger a quiénes amaba?

Veía como Luzu mantenía una mano en su abdomen, había sido apuñalado, pero eso no lo detenía con llevarlo a él a un lugar seguro. Pero ver cómo la mancha de sangre crecía, lo hacía sentir peor. Años estuvo estrenando con el mayor, años en dónde recibía consejos y en dónde le pedía que se tomara todo en serio. Años... En los que Quackity, no se tomaba las cosas con la seriedad debida.

Estaba tan acostumbrado a tener todo en bandeja de plata, tan acostumbrado a una vida cómoda, a qué nadie podía hacerle nada malo. Que ahora no sabía qué hacer.

—Majestad por aquí —La voz calmada de Luzu lo sacó de su pensamiento a la vez que se detenía y soltaba su mano.

—Luzu... No hay salida, además estás herido. No podemos seguir así, sería mejor entregarnos.

El castaño no habló, es más, ignoró todo lo dicho por el pelinegro y se dedicó a acariciar las piedras en la pared que impedían su escape. Quackity escuchaba como pasos iban en su dirección, y alarmado veía a Luzu quién solo frunció su entrecejo al seguir toqueteando el muro.

—Luzu.

—Silencio... Aquí está —Hundió la piedra que se encontraba en su mano, para dar paso a un pasadizo. El pelinegro se sorprendió, no conocía ese pasadizo, y eso que él los usaba bastantes para escaparse hacía el pueblo.

—¿Cómo es que no sabía de esto? ¿A dónde lleva?

Luzu tomó la antorcha de la entrada con la mano que cubría su abdomen, levemente empujó a Quackity para que entrara al túnel seguido de él. Cerró el muro para después tomar la mano del menor y comenzar a caminar como su cuerpo le permitía en esos momentos.

Recuperando la corona | Luckity Where stories live. Discover now