O7.

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No iban avanzando a una gran velocidad, sorprendentemente iban a un ritmo más tranquilo, tan calmado, que llegaba a parecer un viaje turístico. Les quedaba la nada misma para llegar a las fronteras de su reino, y en vez de pasar por el cruce legal, Luzu lo estaba guiando por otro lugar.

La cabeza de Quackity no podía dejar de repetir aquél recuerdo con el que soñó, se sorprendía lo tan detallado que había sido, y bueno ¿cómo olvidarlo? Fue el primer baile que tuvo con el castaño, pero no uno cualquiera, uno en dónde le había jurado lealtad eterna.

—Si que puede ser un romántico cuándo quiere...

—¿Dijiste algo? —preguntó Luzu al girar su cabeza en dirección del pelinegro.

—No, nada. Solo estaba recordando algo —respondió con una sonrisa, para después hacer que el caballo caminara un poco más rápido hasta llegar a la par con el castaño—. Por cierto, Lusu ¿Quién era la chica de esa noche?

—¿Qué chica de esa noche? —ignoró la mala pronunciación de su nombre, intentando recordar aquello que le había preguntado— ¿De qué noche me estás hablando?

—¿Cómo que de qué noche, cabrón? ¿Con cuántas mujeres te acuestas, Lusu?

—¿De qué cojones me estás hablando, Quackity? ¡Y no me he acostado con nadie!

—Todos iguales, todos iguales —se burló el pelinegro mientras hacía una mueca—. De seguro han sido bastante como para olvidarte de todas, eres una zorra, Lusu.

Luzu no estaba entendiendo el comportamiento del menor. Me gustaría decir que se estaba haciendo el tonto, pero realmente no estaba entendiendo nada esta vez. ¿Chica de esa noche? No recordaba nada de una chica y una noche, y menos esas dos palabras juntas.

El viento pasó levemente, queriéndose llevar aquella tensión que se había formado entre ambos. Los árboles se habían quedado en silencio, esperando el clímax de todo y Quackity, él solo quería que la tierra lo tragara. ¿Por qué había dicho eso? Además, ¿por qué le reclamaba? No eran nada para que lo celara por sus acciones...

—La noche en que... Bailaste conmigo —comentó al desviar la mirada e intentar que el mayor no viera su sonrojo. Al parecer, sonrojarse a cada rato por el castaño, ya estaba siendo costumbre.

—¿El anuncio de tu coronación? —Luzu también había desviado la mirada con un leve sonrojo.

—Sí...

Claro que recordaba esa noche, Quackity se veía tan bien en ese traje blanco, que le era imposible no recordar ese momento. Agradeció haber alcanzado verlo esa vez, y agradecido estaba con el menor que fue a buscarlo apenas terminó el baile.

Había valido la pena haber desobedecido la orden del rey y hacer acto de presencia en el lugar.

—Esa noche... Cierto, me encontré con una chica.

Quackity hizo un puchero— ¿Le enseñaste el castillo cómo te pidió?

—¿Por qué le enseñaría el castillo a una espía?

—¿Qué? —eso lo tomó por sorpresa y por inercia hizo detener el andar del caballo. Luzu copió su acción para ver al pelinegro— ¿Una espía?

—Sí, en ese momento me tocaba patrullar los pasillos cerca de la oficina de tu padre —respondió para volver a retomar el camino seguido del menor—. Por suerte, logré atraparla en el momento exacto en el que iba a entrar en una habitación.

—¿Y quién era? ¿Fue contratada o...

—Es sobrina de uno de los ancianos del congreso, más específicamente, del último que llegó a la fiesta.

Recuperando la corona | Luckity Where stories live. Discover now