CAPITULO 12.

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Eliana.

Mi experiencia con el alcohol era inexistente, no porque me propusiera en no beber, sino porque la ocasión nunca se había dado. Por curiosidad había probado la cerveza hacía un par de años, pero no era nada comparado con tener una taza de café rellena de tequila. Tuck se empeñaba en hacer que bebiera de ella, con esa sonrisa fácil y los músculos de sus brazos tensos debido a la fuerza con la que sujetaba la botella de vidrio como si se tratara de un micrófono.

—¡Bebe, mujer! La mejor canción de pop está de fondo, estás rodeada de amigos y somos jóvenes. Dime si hay algo mejor... No puedes.

Casi sonreí.

Sí, la mejor canción de pop estaba sonando, pero no estaba rodeada de amigos. Al menos Fitz no me observaba como si lo fuera y Ace, aunque estaba presente y hasta hace unos minutos parecía que yo le caía bien, me miraba como si estuviera dándole una dosis de tortura psicológica.

Estaba acostumbrada a yo huir de su mirada insistente, no que sucediera al revés.

—Nunca he bebido tequila. —le confesé a Tuck.

Alzó las cejas rubias como si se tratara de un sacrilegio, se tocó el pecho dramáticamente y buscó la mirada de todos. —¡Eliana nunca ha tomado tequila!

—No puedo permitir eso, no en mi hogar. —Spencer jadeó, aproximándose a mí.

—No quiero ponerme ebria.

—Entonces no lo hagas, es solo un trago. Ni siquiera sentirás el sabor.

—No tiene por qué tomar si no quiere, Spence. —Ace intervino, cruzando los brazos sobre su pecho ahora que se había instalado a unos dos metros de nosotros.

Esa era actitud la que nunca comprendía, la manera en la que buscaba cuidar de mí aun si yo nunca lo pedía. Fue la forma en la que me observó cuando caímos en el baño la que me descolocó, la manera delicada y casi temerosa en que acarició mi cabello y mi piel en busca de señales de dolor como si estuviera desesperado por cerciorarse que no me había hecho nada malo.

Nunca le había visto así y quería acercarme a él y preguntarle qué iba mal. Necesitaba y que hiciera lo que nunca nadie hacía por mí: Notarme.

—Deja tu actitud de perro protector, Ace. No es como si la estuvieran obligando a esnifarse cocaína, por favor.

El tono de Maxine pareció ponerle de malas, pero sabiamente no le respondió nada. En su lugar, Ace se acercó a mí y me alzó una de sus pobladas cejas, como si con solamente ese gesto me cuestionara mi entera existencia. Sin saber por qué, me encontré asintiéndole ante de guiar la taza a mis labios y dar un largo trago.

El alcohol caló todo el camino hacia mi estómago, haciéndome esbozar muecas que seguramente no eran para nada favorecedoras. Los gritos de emoción se hicieron escuchar y cuando por fin abrí los ojos, supe que casi todos me veían, pero no me molestó porque estaba sonriendo mientras limpiaba la pequeña gota de tequila que había ido hacia mi barbilla.

Alcé la mirada para observar los intensos ojos de Ace observándome con esa pequeña e imperceptible sonrisa que sabía, por primera vez, que iba dirigida solo a mí.

Alcé la mirada para observar los intensos ojos de Ace observándome con esa pequeña e imperceptible sonrisa que sabía, por primera vez, que iba dirigida solo a mí

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