13. Aún Te Quiero.

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Sucrette Pov.

Llegué a casa de Jacinda y toqué la puerta tres veces, nada.

Revisé la dirección que me había dado mientras veía la fachada de la casa, y comprobé que estaba en la dirección correcta. La casa de Jacinda es realmente grande, cuenta con tres pisos y tiene demasiadas ventanas, está pintada de un color blanco, y sus ventanas tienen un marco de madera café.

Jacinda abrió la puerta y levantó la mirada hacia a mí, después de ver lo que traía en mis brazos. "Si vas a casa de alguien, no irás sin nada en las manos, Sucrette". Dijo mamá, entregándome una canasta llena de fruta fresca.

Ella frunció el ceño y tomó la canasta mientras susurraba un "gracias".

—Pasa, algunos ya llegaron. —Dijo, sonriente, mientras dejaba la fruta encima de la mesa de cristal.

Su casa era realmente hermosa, ordenada y limpia, podría apostar que no había ni un solo rastro de polvo, con los ventanales dejando pasar la luz y las paredes de un color hueso.

Me acerqué a la sala y divisé fotos de ella. En la primera; había una pequeña niña castaña con dos coletas, vistiendo un uniforme de porrista. A su lado, se encontraba un castaño sonriente, y un pelinegro igual, que usaban ropa deportiva.

En la siguiente, Jacinda aparentaba unos trece años, ella se encontraba sentada en el sofá leyendo "El Principito", mientras al fondo unas personas jugaban "Monopoly", la televisión se encontraba encendida.

—Esos son Armin y Kentin. —Dijo, señalando la primera foto. —Ellos jugaban fútbol americano. Kentin ha cambiado mucho, ¿no es así? Dejo atrás sus enormes gafas, y las cambió por unos buenos abdominales, aunque su carácter también ha cambiado. —Dijo, haciendo una mueca.

Asentí ligeramente con la cabeza, limitándome a sonreír, ¿qué podría decirle? Kentin cambió por Jacinda, cambió demasiado.

Aun no entiendo cómo es que no están juntos, han pasado por mucho.

—Los demás están en el sótano. —Dijo, rompiendo el silencio que se había formado tiempo atrás. —Mi hermana Irina también dará una fiesta, escogí el sótano porque es la parte más grande de esta casa.

—Bien. —Dije, mientras bajaba las escaleras que daban al sótano.

Al llegar, Melody se levantó del asiento reclinable en el que estaba, se cruzó de brazos y me examinó.

—Hola, Sucrette. —Dijo, fingiendo una sonrisa. Nathaniel, desde el otro extremo de la habitación la observaba, como si la esperara que alguna comenzara a atacar con comentarios agresivos.

—Hola, Melody. —Dije, y me encaminé hasta donde Iris y Alexy se encontraban, el mezclaba la música de la consola mientras Iris se limitaba a ordenar los discos de música encima de una mesa.

—Hola, Sucrette. ¡Por fin llegaste! Armin te estaba buscando. —Dijo, mis pupilas se dilataron y giré mi cabeza a la izquierda, después a la derecha, intentando encontrarle.

—Alexy, Iris. Soy Alexy. —Dijo, sonriéndole.

—Ah, sí. Aún los confundo, ¿puedes creerlo? —Dijo Iris.

—Increíble. —Dije, el tono de decepción se apodero de mi voz, escuché las risas de algunas chicas e Iris se fue con ellas. Alexy desconecto sus audífonos y me miró.

— ¿Qué paso? —Preguntó, serio.

— ¿Qué tendría que pasar? —Dije, observando la portada del disco de Echosmith.

—Vamos, Sucrette. Sabes que no puedo dividirme en dos partes, por un lado está mi hermano, y por otro...tú. Vamos, no puedes ponerme a escoger entre ambos.

 —No estoy haciendo eso. —Dije, firme.

— ¿Ah, no? ¿Y qué fue eso del otro día? No tuve más remedio que comer en el gimnasio, Sucrette. ¡Una mesa de distancia! ¿Cuánto más seguirán con esto? Es algo estúpido.

—Lo es, y lo sé. ¿Pero qué puedo hacer? Ni siquiera sé porque terminó conmigo, además lo hizo en presencia de todos, fui humillada, Alexy. —Dije.

—No es mi culpa, Sucrette. Además, cada que quiero hablar con el sobre el tema, se aleja. —Alexy se giró y puso Cool Kids en la consola.

Debrah y Castiel comenzaron a bailar, ya habían llegado. De hecho, todos ya estaban ahí.

Armin estaba inexpresivo, sentado en un sofá marrón alejado de la fiesta, los sonidos, y las luces. Se removió el pelo, frustrado, y centro su mirada en la pintura que adornaba el sótano.

— ¿Por qué no vas a animarlo un poco, eh, Sucrette? —Dijo Castiel, que había dejado de bailar con Debrah, se rio de su propio chiste.

Le dirigí una mirada sarcástica y el comenzó a reír, después volvió con Debrah.

— ¿Cómo es que lo soportas? —Le dije a Lysandro, que parecía perdido en este tipo de ambiente.

—Me equivoqué. Pensé que no pasaría. —Dijo, levantando una ceja, ignorando mi pregunta anterior.

— ¿Qué cosa? —Pregunté, mirando a Armin, que se encontraba hablando con Jacinda.

—Castiel y Debrah. Se ven bien juntos, ¿No es así, Sucrette? —Dijo, sonriendo melancólicamente.

—Sí, hacen una linda pareja. —Dije, acomodando un mechón rebelde de mi cabello.

—Justo como Armin y tú. —Dijo, observándome, sequé el sudor que se había formado en mis manos en mi falda color negro.

— ¿Qué? —Solté, aunque había escuchado claramente sus palabras.

—Sí, Armin y tú, Sucrette. Pienso que hacían una buena pareja, de hecho, estaban en el top de las parejas de Sweet Amoris.

— ¿Hay un top de eso? —Pregunté.

—Sí, ¿nunca lees el periódico de Peggy? —Dijo.

— ¿Tu si, Lysandro?

—Intento verificar que Scarlett no escriba ninguna tontería, es mi hermana y no quiero que la odien, tanto como a Peggy, al menos.

—Ah. —Dije, mientras tomaba un vaso con refresco de manzana de una bandeja, Lysandro hizo lo mismo.

—Háblale. —Me dijo, mirando a Armin, ahora estaba solo.

— ¿Qué?, ¿Por qué? No voy a perder la poca dignidad que me queda.

—Si de verdad le quieres, Sucrette, deja tu orgullo a un lado.

Lo mire, interrogante.

—Somos jóvenes, y podemos cagarla. —Dijo, bebiendo de su refresco.

—Si hiciera caso a todos mis impulsos, Hitler estaría orgulloso de mí. —Dije, pasándome una mano por el cabello.

—No juegues con eso, Sucrette. Vamos, hazlo. ¿Qué más puedes perder? Lo peor que puede pasar es que deje de hablarte, aunque eso ya lo hace. —Dijo, sonriendo.

—No puedo.

—Sí puedes. —Dijo. —Confía en ti.

Nerviosa, deje el refresco en la mesa, me dirigí hasta dónde Armin se encontraba, y luego retrocedí tres pasos.

¿Qué estás haciendo?

Me giré para volver con Lysandro, hasta que sentí una mano detenerme.

Me giré. La mano de Armin sostenía mi brazo, deteniéndome. Lo suficientemente fuerte para no lastimarme, pero evitar que me marchara.

Mis ojos se encontraron con los suyos, en un instante. La música se detuvo, solo él y yo nos encontrábamos en la habitación.

—No te vallas, Sucrette.

— ¿Por qué debería hacerlo?

—Porque aun te quiero. —Dijo, mientras sus ojos azules me miraban fijamente.

¿Contigo? (CDM)Where stories live. Discover now