Capítulo 34.

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Honey estaba más emocionado que todos los demás durante el viaje.

Sonreía, reía, bromeaba, abrazaba y hablaba con tanta emoción durante el transcurso del viaje que todos sus acompañantes fueron incapaces de romper su ensoñación. Aunque el viaje era principalmente para Jacob y Malcom, nadie podía negar que el verdadero protagonista de las vacaciones fue el alegre Honey. Era como un niño que descubría el mismo por primera vez; todo le impresionaba de tal manera que arrastraba a Malakai de un lado a otro con incredulidad, la cual pronto se convertía en una imponente necesidad de tomar fotos.

Malakai no sentía nada particular por el lugar en el que estaban porque ya había estado allí antes. Sin embargo, como sucedía con Jacob y Malcolm, la inocencia de Honey era demasiado entretenida. Hacía que cada día en el viaje pasara de ser una salida monótona a un día lleno de risas y alegría. Ver a Honey llenarse de emoción ante cada mínima cosa se había convertido en la actividad favorita de toda ellos. Les alegraba mucho verlo así.

—¡Mal, Mal, mira eso!— señaló Honey al ver un pájaro azul que reposaba sobre una cornisa.

Malakai sonrió cuando vio ésto. Honey no dejaba de sorprenderle con aquella facilidad para asombrarse por cosas tan sencillas.

Honey gritó de emoción cuando pasaron por un hermoso monumento de piedra que se alzaba más allá de donde la vista podía alcanzar. Era tan grande que ni siquiera podía ver el final, lo que le ganó muchos chillidos de asombro al adorable castaño. Honey no paraba de dar las más tiernas reacciones por todo. Tan adorable se veía que Malakai estaba luchando contra sí mismo para no besarlo hasta dejarlo sin aliento allí mismo.

Los días se resumían en paseos que no culminaban hasta la noche o hasta que Honey estaba demasiado cansado para seguir caminando. Siempre en las noches salían a comer algo todos juntos en la zona cerca al hotel. Luego de comer volvían a sus habitaciones o recorrían las frías calles para conversar tranquilamente. En dos ocasiones Jacob llevó a Honey a comer helado, pero desistió luego de ver cómo el helado ponía a Honey demasiado hiperactivo en las noches. Cuando ya estaban cansados o aburridos, se iban a sus habitaciones.

La habitación del hotel era quizás más grande que todo el apartamento de Honey. Había todo. La cama, una sala de estar, una especie de comedor. ¡Incluso había una barra de bar con alcoholes! Honey no sabía que los hoteles podían ser así. Los únicos que conocía eran los de su pueblo y esos estaban más que desgastados. No podían compararse en absoluto con el hermoso hotel en el que se encontraba.

Honey saltó sobre la cama y se durmió casi al instante. Malakai lo observó durante un rato antes de meterse en la cama también, abrazando la cintura de Honey gentilmente.

Durmieron pacíficamente.

La mañana siguiente Honey despertó antes que Malakai y trató de salirse de debajo de las sábanas, solo para ser atrapado por unos fuertes brazos alrededor de su cintura. Honey, aún somnoliento y con los párpados pesados, tardó unos minutos en darse cuenta de la posición en la que se encontraba. Malakai estaba pegado a su espalda, con los brazos tan apretados alrededor de su cintura que moverse siquiera más de un centímetro era una tarea imposible.  Honey no quería moverse. La verdad es que estaba muy cómodo ahí, entre los brazos del hombre que amaba con todo su corazón.

Los labios de Honey se curvaron en una sonrisa. Suspiró, relajándose por completo entre los brazos de Malakai de manera que su cuerpo entero fue cubierto por la calidez del hombre. Malakai seguía dormido, pero incluso en su inconsciencia tuvo el impulso de apretar a Honey contra su pecho al sentirlo moverse. El castaño soltó una risita, disfrutando la cercanía de Malakai.

Pasaron unos minutos así, con Honey tranquilamente descansando pegado a Malakai. Luego, de repente, Malakai hundió su nariz en la unión de cuello y hombro del menor, dónde inhaló el dulce aroma de Honey antes de depositar un beso suave.

Chubby Boy.Where stories live. Discover now