Capítulo 38.

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Despertar entre los brazos de Malakai era de las actividades favoritas de Honey.

Honey a veces creía que estaba soñando. Que había caído en coma u que todas sus fantasías estaban siendo cumplidos en un sueño profundo del que no podía despertar. Hace poco más de un año era el mismo chico asustadizo que había sido toda su vida, temblando y llorando cada vez que alguien se acercaba demasiado. Era muy difícil creer que se había conseguido una pareja perfecta, unos amigos increíbles y que cada día iba descubriendo pequeños detalles sobre sí mismo que eran buenos.

Despertar con los brazos de Malakai envolviendo su cintura hizo sonreír a Honey, quien enterró su rostro en el duro pecho de Malakai mientras dejaba salir un suspiro. No quería moverse ni un centímetro. La calidez que le brindaba Malakai no era solo agradable, era perfecta. Estar así con él le hacía olvidar todo lo malo, todos esos miedos que alguna vez gobernaron su mente y su corazón. Malakai los hacia desaparecer solo con darle una mirada de sus bellos ojos café.

El tiempo pasó sin que lo notara.

Honey no pudo medir cuanto tiempo había pasado observando el rostro de Malakai.

—¿Desde hace cuánto estás despierto?— preguntó Malakai, su voz ronca por el sueño.

—No mucho…— susurró Honey, avergonzado porque era consciente de que en realidad llevaba un largo rato despierto.

Malakai soltó una de sus risas graves que causaba escalofríos en el más bajo.

—Sabes que sé cuándo mientes.

Honey se habría ruborizado más de ser posible. Sin embargo su rostro ya estaba tan rojo como podía estarlo y su única opción fue ocultar la cara contra el pecho de Malakai, disfrutando las risas que ésto provocó en el hombre.

Malakai dejó un beso sobre la cabeza de Honey, moviéndose entre las sábanas para abrazarlo más. Honey suspiró con alivio. Le encantaba estar rodeado por Malakai.

—¿Qué tan tarde crees que sea?— preguntó Malakai curiosamente.

—Creo que pasaremos del desayuno al almuerzo— susurró Honey tras asomarse ligeramente a la ventana de su habitación. —Disculpa que te haga llegar tarde al trabajo. Sé que estás ocupado últimamente y-

Honey no pudo terminar de hablar antes de recibir una caricia en el cuello que le hizo temblar. Malakai sabía exactamente cómo hacerlo temblar usando apenas la punta de sus dedos. Era un experto manejando a Honey como si fuera una masa flexible.

—No habrá problemas si dejo la empresa hoy. Creo que se las pueden arreglar sin mi.

—Pero-

—No pienso dejarte solo. Tenemos muchas cosas que hablar.

Honey no dijo nada.

—¿Estas molesto?— preguntó el castaño en una voz diminuta.

—Osito, ya deberías saber que nunca me molesto contigo. Estoy más sorprendido que nada.

Honey dió una sonrisa tímida como respuesta.

Malakai no pudo evitar responder con una sonrisa igual de tranquila. Le dio un beso casto en los labios antes de levantarse, arrastrando las sábanas por un breve momento.

Honey se apoyó sobre su codo para observar a Malakai. Nunca dejaría de asombrarse por lo atractivo que era Malakai. Era difícil creer que un hombre así pudiera estar enamorado de él. Iba a aprovecharlo tanto como pudiera.

Malakai debió sentir su mirada porque le lanzó un guiño por encima del hombro. Honey se avergonzó tanto que ocultó el rostro bajo las sábanas. Malakai lo había atraído mientras se lo comía con la mirada.

Chubby Boy.Where stories live. Discover now