3. LOS CINCO

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        A la mañana siguiente un ser coronado por una graciosa capucha se adentró sigilosamente donde descansaba el joven; esta tiembla con ternura mientras se va acercando al muchacho y cuando la distancia se vuelve mínima extiende su mano con nerviosismo para darle unos sueves empujones. Viendo que no es suficiente se resigna al hecho de tener que usar su voz.

—Se... señor. -musitó. —Señor -repitió esta vez más fuerte. —¡Señor, por favor despierte!

          Ese gritó perturbo el sueño de Gilgamesh.

—Buenos…-bostezó escondiendo la sorpresa. —Buenos días pequeña.
>>Estamos en Silburn?

-Asintió tímidamente. —Pa… papá está comprando algunas cosas, no tardará.

—Ok. -aceptó intentando ponerse en pie inútilmente por culpa del dolor. —Mierda. -susurró desalentado.
>>Crishta… quisiera no tener que pedirte esto, ¿pero podrías ayudar a levantarme?

—S… sí.

          Crishta a pesar de que su timidez intentase obstacularla se acercó con gentileza y, con su cálida sonrisa temerosa, ayudó al chico herido a levantarse.

—“Es de verdad una niña con corazón de oro”. -pensó Gilgamesh. —“Lucha contra sus inhibiciones como lo haría una adulta. Hasta el momento no he tenido la suerte de verla sin su capucha, un mechón que escapa de este me hace consiente de su bello color rojizo… quisiera poder contemplarlo sin eso.”
>>Gracias por ayudarme pequeña, mira… sé que lo que te estoy por pedir puede parecer raro, ¿pero te podrías bajarte el capuchón? Aun no te he visto si ella puesta. -expresó con toda la delicadez que le era posible.

          Hasta las palabras mas inocentes tienen un peso, pero estas en particular brillaron por el impacto a la joven.

—Si… sin… -gimoteó mientras sujetaba con fuerza su capucha como si su vida dependiese de ello. —Sin mi capucha…

           Gil notó rápidamente que ese comportamiento no era simple vergüenza, la chica se alejaba de él como lo haría del peligro, su cuerpo temblaba y exhalaba furiosamente.

—Crishta… por favor cálmate. -preocupado. —Olvida…

—N… ¡no! -exclamó interrumpiendo bruscamente al joven y provocando un silencio fatal.
>>Ah… yo… -titubeó arrepentida mirando a Gil. —Lo siento! -escapando del carruaje.

—Mierda… -siseó. —¿Qué demonios acaba de pasar?
>>Tendré que disculparme más tarde.

          Posponiendo el disculparse con la niña, tomó la ropa que le habían dejado y comenzó a vestirse; estando en ello sintió un dolor lancinante al levantar su brazo, al controlar la herida en un espejo cercano noto que las bendas en su espalda estaban ya demasiado impregnadas con sus fluidos.

—Lo que faltaba. -irritado.

          Esta vez no podía confiar en la disponibilidad de Fargan, de todos modos, tampoco podía esperar su regreso como un pollo a su madre; aunque jamás había hecho un trabajo similar se propuso este reto como un modo de demostrase a si mismo que ese mundo no lo derribaría fácilmente. Con cuidado desenrolló las bendas las cuales se habían pegado a su herida por la sangre seca infligiéndole dolor con cada jalón, la curiosidad de ver la seriedad de su trauma se hizo presente; espalda al espejo se sorprendió al ver semejantes surcos en su piel, un escalofrió recorrió su alma como comunicándole lo suertudo que fue. Seguido agradeció, coloco nuevas bendas y salió del carruaje.

—Así que esta es Silburn.

          En medio de una urbe erguida en piedra, donde sus calles empedradas zigzaguean entre antiguas estructuras, se vislumbran lamparillas de aceite colgando de los enrejados, arrojando destellos amarillentos que danzan sobre las fachadas. La algarabía de la gente, sus voces murmurantes, se entreteje con el trajín cotidiano: algunos negociando, otros intercambiando bienes, todos ocupados adquiriendo sus necesidades básicas en bulliciosos mercados callejeros.

Utopía Del Soñador Where stories live. Discover now