3. La inocencia en la ignorancia

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TRES | LA INOCENCIA EN LA IGNORANCIA
( El niño en el iceberg pt. 3)
❛ ¿Cual guerra? ❜

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Regresaron a la aldea en la madrugada.

Encontraron a Kanna, la abuela de Sokka y de Katara, todavía despierta esperando a que los tres regresaran de su pesca. Katara se encargó de llevar a su abuela a descansar, Sokka se llevó a Appa a un sitio en el que pudiera reposar sin destruir la diminuta aldea y Taoran cargó con un muy dormido Aang hacia su propia tienda.

Acababa de ponerlo entre las pieles de animales cuando Katara llamó a su tienda antes de entrar. Se le veía el cansancio en el rostro, pero estaba ahí para revisar cuál era el estado de Aang. Entre los dos desvistieron al niño y se sorprendieron al descubrir que no tenía ni una sola señal de congelación. Aang estaba bien, de pies a cabeza.

—¿Cómo demonios es que está bien? —preguntó Taoran en voz baja.

Katara se encogió de hombros.

—Eso es lo que me estoy preguntando. ¡Ni siquiera se inmuta ahora!

Los ojos de Taoran se desviaron hacia los tatuajes azules que recorrían el cuerpo del niño. Eran bastante peculiares y eran las únicas marcas que tenía sobre su piel. Taoran no pudo evitar pensar en una vieja conocida suya que también tenía marcas en su piel.

De forma inevitable también pensó en otra persona, pero apartó sus pensamientos sobre él antes de que la culpa y la ira hicieran que sus tripas se retorcieran. Nadie en ese lugar sabía lo que le pesaba, por lo que pretendía llevarlo escondido todo el tiempo que pudiera.

Volvieron a abrigar a Aang entre las pieles para que no pasara más frío. Katara se despidió de él y regresó a la tienda de su familia para descansar un par de horas antes de que la actividad en la aldea regresara a la normalidad.

Taoran no pudo dormir en absoluto. Su mente volvió a moverse de pensamiento en pensamiento y todos tenían que ver con la Nación del Fuego.

Taoran la había abandonado hace ocho o nueve meses, más o menos. Había recorrido las colonias antes de moverse cada vez más hacia el sur del Reino Tierra hasta que, inevitablemente, terminó en el Polo Sur, siempre teniendo cuidado de no quedarse por mucho tiempo en el mismo lugar. Sabía que, mientras más distancia pusiera entre él y la Nación del Fuego, más difícil sería para su abuelo descubrir qué había pasado realmente con él.

Y claro, más alejado estaba de Kiyomi, su hermana mayor, y de su preciado sobrino.

Los extrañaba a los dos todos los días con la misma intensidad de las primeras semanas de su travesía. Ni siquiera había podido despedirse de ellos en su afán de desaparecer de la Nación del Fuego sin dejar rastro... y era una de las cosas que más se arrepentía.

No podía escribirle una carta a Kiyomi, ni hacer absolutamente nada para hacerle saber que estaba bien (en un sentido muy literal de la palabra) porque debía de pensar que estaba muerto. Taoran había hecho un buen trabajo al destruir cualquier señal que pudiera conducirlo a él y con ello también había roto su corazón y el de su hermana. Solo esperaba que, en los siguientes años, Tora no pudiera recordar nada de él. Sería lo mejor.

«También sería mejor que ellos tampoco supieran lo que me pasó, aunque lo dudo»

Taoran sabía bastante bien que muchos rumores no explotaban como la pólvora, sino que se asentaban en un solo lugar para formar más suciedad y nadie sabría lo que realmente se había acumulado en el sitio. La noticia de su supuesta muerte no habría llegado a los oídos de dos personas en especial...

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2023 ⏰

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