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Despertó bien descansada por primera vez en semanas

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Despertó bien descansada por primera vez en semanas. Experimentó la extraña pero agradable sensación de pesadez que adormilaba sus músculos y la tranquilizante ausencia de pesadillas, dos regalos del cielo que solo aquellos afortunados del sueño profundo gozaban. Estirando sus brazos y piernas hasta que creyó que se le despegarían del cuerpo, deseó que por algún milagro Nyota se hubiera llevado su insomnio para siempre.

Cuando se quitó las lágrimas, producto de un prolongado bostezo, notó que la cama a su lado estaba vacía, la almohada abandonada y las telas enroscadas en un nudo. Escudriñó la oscuridad de la habitación en vano. La tenue luz del Gran Astro que se rehusaba aún a asomarse por el horizonte apenas le permitía ver las siluetas durmientes de sus compañeras.

Caminó entre ellas de puntillas, confiando ciegamente en su memoria visual para no pisar sus rostros o pies. Se permitió correr una vez que salió al pasillo, apoyándose con torpeza en las paredes mientras avanzaba a tientas.

Revisó la sala vidriada y el claro de las escaleras, ambas desoladas. Cuando estuvo a punto de ingresar al vestíbulo, se percató de que caminaba por el palacete descalza y, sin embargo, sus plantas no percibían más que el contacto frío y suave de la madera lustrada. Apoyó sus palmas en el suelo para comprobar que la gruesa capa de tierra que antes solía cubrirlo había desaparecido.

Expulsó un suspiro. Debí imaginarlo.

Tardó algunos minutos en encontrarla. Se guio por los sonidos rítmicos provenientes de un salón en desuso, contiguo a la cocina. Myri no se percató de su llegada. De pie sobre un mueble pulido a la perfección, estaba absorta en sacarle brillo a un candelabro que colgaba en el centro del techo.

—Sabes que no hay electricidad aquí, ¿verdad?

—¡Ay!

Al brincar, la cómoda se tambaleó con violencia y tuvo que sostenerse del candelabro para no caer. El espanto en su rostro sudado y enrojecido se esfumó cuando volteó hacia Zendia. Le dedicó una sonrisa ojerosa. Saltó del mueble, aterrizando con sus cuatro extremidades como un animal. Había atado su cabello esponjoso en un intento de coleta que estaba a punto de estallar.

—Ya sé que no hay electricidad, pero no podía permitir que desperdiciaran esta sala. ¡Es hermosa!

Ambas se tomaron un instante para apreciar el pequeño salón. Contaba con tres ventanas que iban del suelo al techo, con una asombrosa vista del sector más frondoso de la arboleda que rodeaba la construcción. Había una marca rectangular en la pared derecha, producto de la suciedad y el abandono. Zendia supuso que allí debía ir el mueble que Myri estaba utilizando de escalera. Encima, se lucía un espejo de marco plateado, plagado de ornamentaciones florales.

Hizo memoria del día en que llegó al refugio, cuando Brais se tomó el tiempo de guiarla en un recorrido de comentarios entusiastas y detalles precisos de cada rincón. No lograba conectar las imágenes del antes y después de aquella sala. Las ventanas originales estaban ocultas por tablones de madera y el suelo cubierto de ladrillos, escombros y cáscaras de pintura vieja. No había manera de ingresar a la habitación por el nivel de destrozo.

La Señal de Zendia (Nyota #1)Where stories live. Discover now