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Cuando el Gran Astro se asomó por el horizonte, dejaron atrás el tren

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Cuando el Gran Astro se asomó por el horizonte, dejaron atrás el tren. Zendia acariciaba inconscientemente la correa de su arma, que atravesaba su torso en diagonal. El sonido de sus uñas contra la tela áspera se fusionaba con las conversaciones aisladas del grupo.

Solo cuatro de los nuevos reclutas, además de Ahli, habían decidido ayudarles en el ataque. Mientras ellos viajaban al siguiente centro de reclutamiento, los demás aguardaban en el vagón bajo el cuidado de Myri. Los acompañaban Yarel, un muchacho alto y pelirrojo; Aldri, la mujer que había curado las heridas del grupo; y Risha, una joven fuerte de piel tan oscura como su cabello trenzado. Los tres caminaban en silencio y con cautela, evitando unirse a las pláticas.

La cuarta recluta, en cambio, actuaba como si los conociera de toda la vida. No sabía nada de peleas, pero sus rayos láser podían destruir hasta el muro de piedra más macizo. Era una adolescente de cabello revoltoso y mechones desteñidos que, en sus tiempos de gloria, debieron ser rosados y verdes. Desprendía confianza y seguridad. Cuando la tuvo cerca, Zendia pudo ver el nombre de Marruth tatuado en su muñeca. Notó que la letra inicial tenía detalles tipográficos similares a los de Myri.

Una luz en su cabeza se encendió, recordándole una promesa pendiente. Estirando el cuello, divisó a Neferet liderando el paso del grupo. Aceleró la marcha hasta alcanzarla. El rostro de Samay se ensombreció al verla llegar e interrumpir la conversación que ambas mantenían. Zendia se dirigió hacia la pelirroja, ignorando el fuego que brotaba de los ojos de su amiga.

—Perdón. Necesito hablar contigo.

Neferet sugirió a Samay que las dejara a solas, así que esta disminuyó el paso hasta alejarse de ellas.

—Vas a quedarte sin uñas —desconcertada, tardó un instante en detener su rascar incesante sobre la correa. Sonrojada, se cruzó de brazos—. ¿De qué quieres hablar?

—De Myri.

Ante la pronunciación de su nombre, Neferet volteó el rostro para concentrarse en el horizonte. Su mirada escéptica le transmitió temor y duda. Se preguntó si valdría la pena intentar hacerle cambiar de opinión. Bastó con recordar los ojos apenados de su mejor amiga para reunir el coraje necesario y enfrentarla.

—En verdad quiere ayudar. No soporta el no poder hacer nada. ¿Al menos puedes darle una oportunidad y dejarla entrenar con nosotros? De todas formas, también habrá que preparar a los nuevos para pelear, ¿no?

—Así es. Pero ellos son nyotanos y...

—Ahli no es nyotano y lo dejas acompañarnos —Zendia alzó una mano cuando Neferet hizo ademán de protestar—. Sí, ya sé que tiene entrenamiento profesional. Pero Myri también es valiosa, aunque no tenga habilidades como nosotros o no haya estado en el Ejército. Aprende rápido y es fuerte. Apuesto a que es mucho más fuerte que cualquiera aquí... Bueno, excepto por Neth, claro.

Esperaba que el comentario la hiciera reír, pero su expresión seria se mantuvo intacta. Cerró la boca por unos segundos, temiendo que hubiese perdido la oportunidad. Neferet seguía con la vista fija en el camino y la mandíbula apretada.

La Señal de Zendia (Nyota #1)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن