❛ 18 ❜

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—Ya veo, así que los demonios han invadido Camelot —Eleanor estaba sorprendida, pero de alguna forma lo veía venir—. Supongo que los Diez Mandamientos son más fuertes de lo que pensábamos ¿huh? —trató de sonreír, más no lo logró por aquel sentimiento de miedo, soltando tan sólo una mueca extraña.

Regresó la mirada a Arthur, quien había guardado silencio hacia algunos segundos, encontrando una faceta de él que no le gustaba. Arthur había comenzando a llorar, mirando al suelo avergonzado.

—Lo siento —soltó entre sollozos—. ¡Lo siento mucho! —exclamó cerrando los ojos, inclinándose hacia ella como disculpa—. ¡Tenías razón! ¡Debí quedarme a cuidar a mi reino! ¡No soy un buen rey! Y-Yo debí... —Eleanor lo envolvió entre sus brazos, causando que parara de hablar, el pelinaranja ocultó su rostro en su hombro, sintiéndose culpable de la situación. El gato, Cath, se mantenía callado, chocando su rostro contra el brazo de la chica.

—Arthur —le llamó, acariciando su cabello de manera lenta—. No es tu culpa —lo decía con sinceridad, no había rastro de mentira en su mirada—. Piénsalo, te fuiste para entrenar, ¡y funcionó! Te volviste más fuerte, lo suficiente como para derrotar a los demonios que se cruzaban en tu camino. Si te hubieras quedado aquí como dije... es probable que no hubieras salvado a casi nadie, tu fuerza no hubiera aumentado. La mejor opción era irte —le dijo casi susurrando, sabiendo que la escucharía.

El contrario dejó de soltar lágrimas al escuchar sus palabras. Lo que decía tenía sentido, hubiera preferido que los siete pecados se quedaran en Camelot para defenderlo. Pero no era su responsabilidad, así que tampoco podía culparlos de nada.

—...Gracias, tus palabras me hacen sentir mejor —admitió, separándose de ella y mirándola con el rostro rojo.

—Arthur, tengo hambre —interrumpió esa conexión el gato que descansaba en su hombro.

—A-Ah, Cath, no te preocupes, en un rato cenaremos —le explicó, sonriéndole amablemente.

Eleanor soltó una risilla, para después posar su mano en la cabeza del gato, acariciándolo por unos segundos.

—Arthur —la chica le llamó, el pelinaranja la escuchó atentamente—. Te ayudaré. Entrené para ser caballero sagrado, así que podré derrotar a algunos demonios. Estoy oxidada, y algunas técnicas no me salen tan bien, ¡pero daré lo mejor de mi! ¡Me esforzaré! —lo que ella quería era quitarle carga de su espalda, eran amigos ahora, y eso hacían los buenos amigos.

—P-Pero no quiero que te lastimes, no te dejaré salir hasta que vea que estés lista para pelear —lo último lo dijo sin pensar, preocupándose por su estado. Se arrepintió casi al instante, esperando que Eleanor explotara por subestimarla. En cambio, vio una leve sonrisa en su rostro, avergonzada por lo bien que la conocía.

—De acuerdo, Arthur, comenzaré a entrenar para poder ser completamente de ayuda —dijo con un leve brillo en los ojos. Sentía que tenía una nueva meta, una meta que definitivamente cumpliría.

Pasaron los segundos y ambos se quedaron en silencio, sintiendo comodidad y tranquilidad casi al instante. Eleanor cerró sus ojos un momento, causando que cierta culpa creciera dentro de ella.

Los buenos amigos no se guardan secretos, ¿cierto?

Tragó saliva nerviosa, sintiendo su corazón ir a mil de tan sólo pensar en el hecho de que ya no podría mentirle más. Sólo esperaba que no la odiara.

—Arthur, debo confesarte algo —el nombrado se giró hacia ella, mirándola a los ojos, esperando que comenzara a hablar. Al sentirse nerviosa, Eleanor volteó la cara, notando algo que cuando despertó no estaba ahí.

𝐁𝐚𝐧𝐝𝐢𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞; Arthur Pendragon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora