Le Chat Noir

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Chat Noir, nuestro joven héroe felino, ahora se encontraba encima del arco del triunfo, sentado con las rodillas flexionadas hacia su pecho, mirando un punto fijo de las calles llenas de luces, coches, y oyendo los cláxones de estos mismos y todo el bullicio que había debajo de él.

Realmente no estaba prestando atención a todo lo que ocurría a su alrededor, quería estar solo, no tenía ánimos de nada y no quería ser molestado por absolutamente nada.


Estaba rogando al Señor -o a Shadow Moth- que no ocurriese ningún incidente que lo hiciese ver a Ladybug, estaba molesto justamente con ella y por ahora lo último que quería era tener un momento incómodo con su novia.

Casi eran contadas con los dedos de una mano la cantidad de veces que se habían peleado entre ellos, pero esta vez parecía ser la primera que había sido bastante fuerte, hasta el punto que simplemente se gritaron al final y escaparon el uno del otro, con la intención de no verse, al menos, hasta que se calmaran las cosas.

Me lleva el carajo... por qué es tan terca y malditamente testaruda esa mujer. Pensó para sí mismo.

Se levantó y comenzó a caminar por toda la estructura, con la cabeza gacha y las manos despeinando sus cabellos rubios en señal de total frustración.

Quería desahogarse con alguien... quería contar las cosas que le pasaban a alguien de confianza.

¿El problema? No sabía a quién recurrir con problemas de Chat Noir.

Tener un psicólogo era peligroso siendo Adrien, si el profesionista era alguien con tan solo tres neuronas no tardaría ni una sola sesión en deducir que él era el magnífico Chat Noir, y si iba como el héroe, le daba miedo no ser tomado en serio.

Con sus demás compañeros del salón de clases no se sentía tan en confianza.

¿Kagami? Ni loco. Si bien compartían muchas cosas en común, y parecía ser de las pocas personas que comprendía su solitaria y controlada vida, pero era su ex-novia. Que jodidamente incómodo sería llegar y contarle todo lo que ahora sentía y pasaba con su actual novia. Tal vez la japonesa no supiera que es Adrien, pero para él que si sabía todo el contexto, por supuesto que no habría libertad para contarle todo. Además, estaba hablando de Kagami, la persona más orgullosa y fría que probablemente le dé una solución llevada al extremo, como terminar con Ladybug.

¿Nino? Sí, lo quería y era su mejor amigo, pero ahora el problema era que se había vuelto un completo boca-floja con Alya. Todo lo que le contase, llegaría a oídos de la morocha -y si eran cosas de Chat Noir, llegaría al Ladyblog-. Incluso siendo simplemente Adrien, había cosas que ya no quería contarle a Nino.

Es más, hasta la situación era a la inversa porque la misma Marinette se había quejado de que ya no podía confiarle las cosas a Alya...

— Marinette...— Susurró pensativo. Detuvo su andar nervioso por la famosa estructura y mientras acariciaba su barbilla, consideró el ir hasta el balcón de la joven franco-china en busca de alguien que lo escuchara (y supiera guardar secretos).



Se decidió de una buena vez, y antes de que se le fuera la noche, se encaminó a la casa de su amiga.

Saltando por los tejados y las chimeneas de la ciudad, llegó a uno que estaba frente al balcón de la azabache. Se detuvo en cuclillas cuando vio aquella compuertilla que daba a su cuarto, abrirse. De ahí salió Marinette, y lo que sorprendió al chico gatuno fue que solo usaba una hoodie negra, que parecía de una o dos tallas más grandes; y cuando ella se estiró para tomar la pequeña regadera que se encontraba en un estante de la pared, pudo ver que en la parte inferior solo había unas bonitas bragas rosadas.

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