nueve.

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Capítulo IX: “Qatar”

Cuti estaba nervioso, lo cual no era normal en él, porque en general no tendría ninguna duda sobre su convocatoria… excepto por esto.

Se tapó los ojos con un brazo, mientras el médico del club lo observaba y el masajista trabajaba con su muslo. Había sentido un tirón y quemazón en la parte trasera de su pierna en el entrenamiento.

Tenía el corazón en la boca.

Cuando caminaba le punzaba, como si una abeja lo estuviera picando cada que movía la pierna. La peor de las suertes, y solo a veinte días del debut argentino en el mundial.

¿Y si Scaloni no lo tomaba en cuenta por esto?

¿Y si era un desgarro, como Dybala y Di Maria? 

A este punto, Romero solo podía pensar en que la selección argentina estaba meada por un elefante. O la Argentina en general, porque no podían tener tan mala leche amigo, todas mal.

El doctor, un agradable hombre oriundo de Irlanda, lo tranquilizó.

— It's okay, kiddo. —Cuti lo miró desde abajo de su brazo, esperando el veredicto—. You just need to be careful from now. It's a muscle strain, It'll be fine in two weeks or less.

Son asintió agarrando el cabello de Cuti con fuerza. Se había asustado cuando lo escuchó caerse después de un cruce desafortunado con Moura. 

—¿Qué dijo ura? Me duele mucho como para tratar de entender lo que dice el loco este. —se quejó, cerrando los ojos. Son lo miró con preocupación, se veía pálido a los ojos del coreano—. Se escucha borroso.

Betancur y Emerson se rieron, palmeandole el estómago, como si fuese un perro.

—Dijo que no es nada grave, en diez días aproximadamente vas a estar jugando tranca. Un poco más, y llegas curado al mundial. —respondió Rodrigo.

—Fue una distensión muscular, de grado dos probablemente. Vas a llegar bien, pero habla con tu DT. —aseveró Emerson—, te quiero sano para que veas cómo Brasil le gana a Argentina desde primera fila.

Cristian se rió en su cara de eso, pero no respondió. Boquearla fuera de la cancha era para petes, él demostraba lo que valía en el partido.

Fue apartado del equipo para los partidos que les restaban, ni Champions ni Premier League para él. Y claro, tuvo que llamar a Scaloni.

No fue una charla muy larga, pero el hombre de Pujato no fue más que preocupación por él. Literalmente no habló de la lista, ni del mundial, solo se centró en asegurarse de que el central estuviese bien.

Aimar, que para nada era raro que esté todavía con el entrenador, también se ocupó de darle ánimos durante unos buenos diez minutos. Ambos dieron sus consejos para que se sintiera mejor.

Básicamente, en los libros de Cuti por lo menos, esos dos eran los padres de la selección. 

Lo que le quedaba por hacer era incluso peor que hablarle a Scaloni.

Nahuel y Licha atendieron casi al mismo tiempo la video llamada, mientras Cuti presionaba una compresa de hielo contra su muslo. Dejó el celular apoyado contra un vaso, en la mesita de café, frente a él.

—¿Qué haces en tu casa, pajero? Tenes un partido en una hora. —preguntó Lisandro, estaba en el vestuario todavía, con el cabello mojado—. ¿Qué pasó?

Nahuel frunció el ceño, mirando las piernas de Cuti. No lo malinterpreten, pero era raro que Cuti los llamara estando en Boxer.

¡No le molesta! ¡Para él era genial!

EnfermoWhere stories live. Discover now