Capítulo 4

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SEONGHWA

El sonido del motor resonaba por el interior del coche en un leve ronroneo. Apreté el volante bajo mis manos, sintiéndome cómodo al estar en la carretera. Todo ello mientras escuchaba la voz de mis compañeros, predominando sobre la música de la radio. Estaban poniendo una de mis canciones favoritas, así que intentaba escuchar lo que hablaban los chicos al mismo tiempo que la escuchaba.

Pasados algunos minutos me detuve frente a un callejón, dejando el coche horizontal sobre la acera. Desde el asiento del piloto a duras penas se podía ver el interior del mismo. Tan solo unos pies moviéndose en el aire, apareciendo y desapareciendo, conjunto una cabellera rubia que conocía bien.

Apagué la radio. El interior del vehículo quedó envuelto en un silencio sepulcral. Los chicos me observaron, expectantes, a la espera de mi señal. Asentí sutilmente y todos salieron del coche, yo el último.

Me esperaron fuera, en la entrada de la intersección, observando al chico de cabellera rubia en la lejanía, esperando que yo avanzara para después seguirme.

La calle era iluminada por el fuerte sol de otoño, menos en aquel pequeño callejón, sumido en la oscuridad que provocaban tres grandes edificios. Nadie transitaba por allí a esas horas y menos, en la zona industrial, que daba la sensación de estar abandonada. Un barrio de mala muerte sin mucha afluencia, el lugar perfecto para hacer nuestro trabajo.

Me moví, seguido por el resto, hasta donde el chico se encontraba, sentado en el ventanal de una antigua fabrica.

Un chico joven, de diecisiete, llamado Kang Yeosang, jugaba con una consola antigua. Alzó la vista al vernos llegar.

-Joder, dais miedo.- se mofó mientras apagaba la consola. Apoyó el brazo en su rodilla, abriendo las piernas de par en par, de manera despreocupada.

-Deberíamos.- sonreí sarcástico.- Solo pasamos a advertir que llevas dos pagos atrasados.

-Bien. Se lo diré a mi hermano. ¿Algo más?- formuló con desdén, algo que hizo hervir mi sangre.

-Sí.- me acerqué con una sonrisa cínica hasta llegar a su lado y le propiné una cachetada no muy fuerte.

Le giré la cara. El chico era débil, aunque eso lo supe desde el primer encontronazo que tuvimos.

Me miró molesto, con la mandíbula tensa, tocándose la parte del rostro en la que había recibido el golpe.

-Niño mal criado.- me reí .- ¿Todo te lo hace tu hermano, cara bonita?- me acerqué a su rostro, cogiendo su barbilla con el índice y el pulgar de forma delicada, subiendola lentamente para que me mirase a los ojos.

Me apartó con un movimiento de cabeza. Su cara reflejaba ira y, sobretodo, confusión.

-Dejas que tu hermano venda su cuerpo en un puticlub para pagar tus deudas pero tú, no eres capaz ni de asistir a las clases que ese sucio dinero te está pagando.- ensanché la sonrisa, riendo irónicamente.-Y encima tienes el descaro de ser prepotente.

-No es asunto tuyo. Idiota - susurró lo último.

-¿Sabes? me gustan los niños maleducados.- sus ojos se entrecerraron y su cuerpo se tensó.Volví a acortar nuestra distancia para cogerle de la barbilla y susurrarle en el oído- Algunos necesitan ser educados.- Se le puso la piel de gallina.- Y yo los convierto en sumisos.

-Loco de mierda.- Soltó con desprecio mientras empujaba mis hombros con sus manos para que le soltara.

Me separé. Volviendo a retomar la distancia entre nosotros.

-Eres un niño mimado.- Reí - me gustas. Una lastima que sigas dejando las deudas a tu hermano en vez de hacerlo por ti mismo. Deberías ser tú el que venda su cuerpo, no él.- hice el ademán de irme, volviendo a girarme con un deje burlesco.- Vigila tus espaldas. Tu eres el prototipo de chico al que le daba palizas en mi colegio. Seguro todos te tienen ganas.

I Want Big Boy Where stories live. Discover now