Capítulo 28: Dudas

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I

Levane

—Están locos, ¿cómo se les ocurre hacer algo así? —un escalofrío recorre mi espina dorsal y critico con disgusto sin miedo a ofenderlos.

—Es la única forma en la que podemos hacernos cargo de la pintura. Y no es muy complicado. A cambio, les brindaremos una casa nueva en el centro del pueblo, cuatro habitaciones y tres baños, todas las comodidades y lujos que nos puedan pedir. Nadie rechazaría una oferta como esa —propone con un tono emocionalmente neutral que me hace dudar de su moral.

—¿Y qué le dirán a mi mamá? ¿Que se vaya de la casa que perteneció a su familia durante décadas, el lugar donde su madre creció y murió, para dársela a “un grupo de diplomáticos trabajando para el Gobierno de la República Francesa” solo porque sí? —hago énfasis en el título que ellos mismos se dieron.

—Le vamos a decir la verdad, que se trata de un sitio histórico que estudiaremos y preservaremos junto con sus objetos. Un museo, donde Gereg no será poca cosa.

—Pero en realidad se trata de manipular a escondidas uno de los elementos.

—Todos los museos tienen fines más oscuros.

—No lo sé. Saben bien que no soy la única involucrada y que los espíritus también deben decidir —pienso en ellos y en nosotros y en lo que significa alejarme por algo que no se siente tan estable.

—Está bien, te daremos el día para que los convenzas. Solo ten cuidado de que no vaya más allá de ellos, tu vecina no es de fiar, seguramente conocía lo que planeaba hacer tu abuela contigo. Siempre se supo que ella era el arco y Camila la flecha, su mejor herramienta que conocía la tarea. No esperes que quiera otra cosa que no sean sus propios beneficios.

Yo me quedo observándolo con cautela y por un instante diviso una chispa de ambición en su mirada. Es entonces que ante mi silencio, intencionalmente latoso, parece obligado a mitigarlo con simpatía al mencionar:

—Y no te olvides de recordarle a Gereg lo de su museo. Estoy seguro de que va a quedar encantado con eso.

II

—Hay algo que huele mal aquí. La obsesión que sienten por su posesión no es normal, es un tanto extraño que conozcan realmente el poder del cuadro si es que antes no fueron testigos de él —habla Julien una vez que la gente se va y nos toma de los codos para llevarnos al clóset que se encuentra debajo de la escalera.

—¿Estás sugiriendo que probablemente nos estuvieron vigilando? —Él inclina la cabeza levemente a un costado ante mi interrogación y se muerde el labio inferior confirmando mi temor.

—Si conocen toda la historia, saben de los nudos ¿Crees que el robo del collar de Epicla y la súbita aparición de este grupo en busca del cuadro no fue más que seguir una misma cuerda? —agrego.

—Ellos mismos lo sugirieron…

Ambrosia se encuentra con los ojos enteramente abiertos y atentos a la conversación, sin emitir ni un vocablo, y me parece que se debe más al interés que siente por mis respuestas, que a la opinión del chico. Deben haberlo platicado antes.

Una pausa se asienta en el ambiente y la ducha de acontecimientos cae sobre mí al igual que un barril de agua polar, empapándome de transparencia y un miedo que oponía oculta resistencia. Voy a vomitar.

—Dios qué estúpida fui. Todo este tiempo había sido Rupert. Era tan obvio, no sé cómo no lo vi venir, cómo permití que sucediera algo así, cómo no me di cuenta —tiro de mi cabello alterada dando vueltas por el diminuto espacio. Me siento descompuesta y el mareo y la pesadez no tardan en aparecer.

Levane Y Las Almas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora