Capítulo I

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-Por favor majestad, tiene que considerar que esto es una mala idea-se escucho una voz neutra que hizo eco entre las paredes del solitario pasillo

-Es una peor idea querer continuar con la guerra, esta reunión debe salir perfecta, de esto depende nuestro futuro como reino-contraataco aquella persona risueña con una enorme expresión de burla en su rostro, haciendo caso omiso ante los consejos de su hechicero real y caminando por su castillo dispuesto a llegar a la sala del trono-Se trata de tener "visión", gowther-

-Majestad, solo los elfos mentales son capaces de tener visiones-rodó los ojos el de cabellos magenta y rápidamente bufo al escuchar la risilla infantil de su rey. Aveces no podía creer que esa persona fuera el gobernante del reino con el ejército más fuerte.

-No me refiero a esa clase de visiones mi querido gowther-aclaró-Me refiero a tener una idea que a futuro será increíblemente buena-levantó su dedo índice apuntando hacia el cielo con emoción y apenas se encontró al lado de la enorme puerta que lo hacía entrar a la sala del trono, miró a su consejero y mago real con dulzura-Confía en mi gowther, nada saldrá mal-el de lentes solo soltó un bufido dándose por vencido, no tenia otra opción mas que obedecer y callar, su rey jamás iba a abandonar aquella esperanza de que la guerra terminara.

-Está bien rey Arthur, usted es un rey muy sabio que sabrá negociar la paz-el monarca agradeció con la mirada, hizo una leve reverencia y volvió a mirar hacia al frente como si aquella conversación jamás hubiera sucedido.

-Gracias, mi sabio amigo-y sin dedicarle ni una palabra más se dispuso a entrar a la sala del trono dejando a su hechicero parado afuera de la puerta.

Gowther soltó un suspiro pesado y se dio media vuelta para volver a su torre de experimentos, aveces, la actitud infantil de su monarca le producía algo de jaqueca, pero sabía que esa era la cualidad más especial del rey, mantener una sonrisa y alegría para levantarle el ánimo al pueblo en tiempos tan difíciles como la guerra.

-Es un niño en cuerpo de rey-murmuró para si mismo.

*

-Lady elizabeth...-los murmullos se escuchaban lejanos y la dulce princesa solo frunció su ceño, se dio la vuelta entre sus sábanas y volvió a quedarse quieta-Lady elizabeth, despierte...-se negaba a aceptarlo, estaba demasiado cómoda como para levantarse, los pájaros cantaban, el viento era refrescante y su cama demasiado cómoda como para abandonarla-Lady elizabeth, su hermano la está esperando en la sala del trono-eso sí que la hizo abrir sus ojos con preocupación. Oh cielo, su hermano la estaba esperando, ¿por cuánto tiempo? ¿Pará qué? Tan sólo hizo un pequeño puchero que hizo que su dama soltara un a pequeña risa y empezara a moverse por su enorme habitación-Debe ponerse muy hermosa el día de hoy, su hermano me dio órdenes específicas de arreglarla-

-Siempre me arreglas muy bonito sennette-sonrió leve y se talló los ojos mientras soltaba un profundo bostezo que hizo eco por dos segundos, después pasó a estirarse en su lugar intentando asustar a la pereza y cuando al fin se sintió lista se dispuso a ponerse de pie.

Elizabeth, la hermosa flor de Camelot, la princesa menor de los tres hermanos que regían aquel reino. Ella había salido casi idéntica a su madre, con esos mismos cabellos plateados tan relucientes como la luna, los ojos azules tan profundos como el mar, la piel pálida y ese cuerpo tan envidiado por muchas chicas del reino; las peligrosas curvas, sus senos voluptuosos, los labios carnosos y rosados.

Ella era el capullo del reino a nada de florecer.

La dama de la princesa sacó un precioso vestido color rojo y voluptuoso, con un escote que resaltaba sus pechos, piedras preciosas formando pequeñas flores en la falta e hilo de oro adornando los bordes. Era el vestido más hermoso que cualquier chica común del reino pudiera ver. Al verlo, la Sennette sólo soltó un suspiro soñador imaginando lo hermosa que se iba a ver la princesa con eso puesto y se apresuró a dejarlo extendido sobre el sofá de aquella habitación. Reaccionó justo cuando más personas de la servidumbre entraron a la bien iluminada habitación de la princesa, todos dieron una reverencia y se retiraron hacia el cuarto de baño dispuestos a asear a la joven mujer.

Eterna Monarca (PAUSADA)Where stories live. Discover now