34. Masacre.

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Pov. Amara Riddle.

Caminaba rumbo al jardín del instituto, o el patio o como se le llame, pero, un olor a putrefacción me crispo los pelos de la nuca al pasar el puente ¿que Olía tan mal? Olía a muerte, un olor tan familiar como lo son las huellas táctilares de mi mano.

Cuando por fin estuve abajo, mire el bosque, que se mesian por el viento, pero aquel asqueroso aroma no dejaba el aire, era repugnante. Sentía el ambiente cargado a mi alrededor, frío, tenso, era extraño, pues este lugar me parecía el más calmado del instituto y del psiquiátrico, pero la sensación que recorría mi cuerpo era tan desagradable que me sentía mareada, sentía náuseas.

Fue entonces cuando escuché el grito de horror de unas chicas que estaban a mi alrededor, las mire alarmada y ellas señalaron un lugar en especial.

El puente.

Al estar de espaldas a este, desidi voltear a ver, pero no estaba preparada para eso, ni mi pobre estómago.

Ahí, colgadas de los soportes del puente, estaban las diez chicas que me habían golpeado, todas y cada una de ellas, en un estado peor que la anterior, sus cuerpos desnudos estaban mutilados, y no sólo eso, sino también sumamente golpeados y moreteados, habían tantos cortes y golpes en sus rostros que se les era difícil de distinguir, pues.... Estaban desfigurada, todas, ¿como supe que era ellas? Por el color de sus cabellos, eran ellas.

Algunos de los cuerpos estaban abiertos, como un animal, y sus intestinos sobresalían, guindando de sus estómagos de forma repugnante, había sangre que todavía goteaba de sus escuálidos y maniatados cuerpos, pero todos y a cada uno de ellos, se les había desmembrado una extremidad, con la que habían escrito algo sobre sus cabezas.

¿Te gustó ha mi regalo, dulce flor?

Y con tan solo leer esas palabras, fue suficiente para mí.

Vacíe el poco contenido de mi estómago en el patio del instituto, siendo rodeada por lo gritos de horror de los estudiantes.

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Pov. Alessandro Wells.

Horas antes.

¿no crees que fuiste muy dura, Carolina? — inquiri yo al ver a Amara salir del comedor.

— yo.... No sé — dijo ella con la cabeza gacha, y pude jurar, que su hermano retenía la risa, me caía tan mal.....

— creo que debería buscarla — dije yo, sintiendo un muy mal presentimiento, pero Federico a mi derecha estaba en desacuerdo.

— ¿por que siempre vas tu a buscarla? ¿Por qué siempre eres tu el que tiene que velar por ella? Alessandro, ¡ella no es una niña! Ella es una mujer y se sabe cuidar sola — protesto Fede, a veces, criticaba de esta forma a Amara a sus espaldas, cosa que no aprovaba.

— Federico ¿otra vez con lo mismo? Ella es mi amiga, casi mi hermana, y no espero que entiendas que necesito cuidarla, mas que por deber — dije seco con una expresión neutral, Fede me miró serio, con una mirada de incredulidad antes de negar con la cabeza.

— ¿es eso o es que no soy lo suficientemente importante como tu querida Amara? — pregunto dolido, yo no respondí.

Por qué aunque hubiera tenido una respuesta, de todas formas habría acabado mal, por qué siempre habría escogido a Amara, quería à Fede, pero Amara estaba sobre todas la cosas importantes para mí, y por más que me doliera, Federico tarde o temprano tendría que tomar una de las dos opciones.

O marcharse.

O aceptarlo.

Por más que me doliera.

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