22

209 12 28
                                    

Capítulo 22| Confusión
Guianna

No, no de nuevo.

Hay una tensión atroz entre Francisco y yo. El ritmo de nuestras respiraciones empieza a normalizarse y noto mis músculos tensarse.


¿Cómo saldré de este lugar sin sentirme una ramera?

Siento como el color se me sube a las mejillas, y aparto la mirada de sus ojos negros. Estos me observan con un brillo llenos de malicia.

— Así que aun me sigues deseando, luzbel.

Aprieto la mandíbula para no soltar un mar de insultos, porque me siento impotente y fácil. ¿Por qué sigo teniendo sexo con él? Aun no tengo la respuesta clara, pero, lo que si se, es que no puedo dejar de fantasear con mi enemigo.

Sus ojos observándome cuando estoy al punto de volverme loca del placer; sujetarme de su espalda fornida y trabajada, sus besos con sabor a lo prohibido junto su voz gruesa y su manera de decirme luzbel.

Definitivamente no se adonde llegara esto, pero debo pararlo, y ahora.

— Tu no te quedas atrás, mi amigo sangre negra. Creo que perdiste la cabeza por mí. —Suelto una risotada llena de burla—. ¿De veras crees que esto llegara a algo?

El hombre de cabello lleno de rizos suelta veneno en su mirar.

— La respuesta es clara, muy clara. Tu no eres nada para mí. Solo una diversión, llena de pasión carnal. Pero creo que ya no me necesitaras más: ahora te casaras. Te olvidaras de mi y podremos seguir con nuestras peleas de quien mata a quien.

Me empiezo a poner la guata que quedo sobre el mesón, pero da los últimos pasos para quedar a centímetros de mi rostro y me toma de la espalda, haciendo fuerza con sus brazos para inmovilizarlos con los suyos.

— Que casualidad. —Pone su rostro contra el mío, sujetándome de la cintura y atrayéndome hacia el—, yo pienso lo mismo. De hecho, creo que cada vez que lo hago contigo, te odio más. Pero creo que podríamos repetir esto algún día; no hay tantas mujeres que me hagan llegar tan lejos. Me dejas satisfecho, pero nunca llego a saborear todo tu cuerpo. Y...

Francisco se ve en la situación de tener que dejar de hablar por una fuerte tos.

El me suelta y comienza a toser como si se estuviera ahogando. Lo miro con cierta preocupación, pero este seria un buen momento para matarlo, ¿verdad? Solo que eso no me es importante ahora.

— ¿Francisco?

Y lo que ocurre luego hace que mis ojos se abran de par en par, y que ahogue un grito de terror: el suelo esta manchado de sangre...

— Llamare a un médico —repongo y comienzo a vestirme lo más rápido que puedo.

— N-no..., estoy. —Suelta más liquido negro, y a estas alturas temo por su vida... No puedo creer que estoy pensando esto.

Al tener el corse atado y vestido puesto, a una agilidad que no sabía que tenía, y me calzo las botas.

— Iré por ayuda.

Mi tono no es como se supone que debería ser. Se supone que, cuando odias a alguien, no actúas así: con miedo a... Pero ahora no me importa, además será sospechoso si ven que murió cuando estaba yo con él en el baño.

Abro la puerta y comienzo a gritar a todo el que vea:

— ¡AYUDA! ¡UN MEDICO! —aúllo cuando llego al salón.

Pasión entre sombrasWhere stories live. Discover now