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La señora Yang iba tranquilamente caminando por las calles de Seúl, había salido hacer compras para la casa.
Mientras iba caminando, ésta pasa cerca de un callejón, cuando de repente siente que la jalan del brazo y la aferran a la pared fría. Ella cierra los ojos fuertemente por el dolor que le causó.
Cuando los abre lentamente se encuentra a un muchacho encapuchado y con un tapabocas frente a ella.
— N-No me hagas daño...mi billetera está en el bolso, cogelo. — Fue lo primero que dijo.
El chico rió.
— No quiero tu tonto dinero, quiero que dejes a Haneul en paz, quiero que la dejes libre de su castigo y me la dejes a mi.
La Mamá estaba algo asombrada.
— J-Jay...¿eres tú?
— Felicidades, te has ganado un premio. — Dijo con una sonrisa pícara. — Quiero que te salgas de mi camino con Haneul o te irá peor. — Amenazó sacando una cuchilla de su bolsillo.
— ¿Haneul? ¿Qué tiene que ver ella en esto? — Preguntó.
— Ella es mía ¿esta bien? Ella me ama y yo a ella, pertenecemos juntos.
— J-Jay...estás algo mal de la cabeza, deberías ir a un doctor...
— ¡Callate! — Gritó.
La mujer se asustó que empezó a llorar.
— Y ni se te ocurra a llamar a la policía porque le haré la vida de tu esposo un infierno, y luego la tuya.
La piel de la Sra. Yang se le erizó. Lo único que pudo hacer fue asentir con terror.
— Así me gusta. — Después de decir eso, se fue de ahí sin dejar rastro.
