Juguemos en el bosque

Extra 2

...

Advertencia de que todo es muy cuestionable aquí, pero al final saldrán satisfechos

...

Su mano sobre la perilla de la puerta no logra girar, el cuerpo se paraliza apenas oye pasos detrás suyo aproximándose. Pisadas fuetes que delatan la especie de su persecutor. El aroma indomable del alfa es más rápido que su propia presencia.

Izuku cierra los ojos, inhala.

Cada nota de ese perfuma entona oscuros deseos. Su interior se contra el. Cierra la mano fuertemente, clavándose las uñas, intentando controlar el instinto que titubea por sucumbir.

—¿A dónde crees que vas?

Izuku cierra su mano fuerte, controlando que el instinto no le rebase.

El lobo ha entrado en celo y él no puede perder la cordura.

—De-déjame salir —tartamudea.

Los pasos continúan acercándose, el perfume cada vez más intenso, quema sus fosas nasales al ingresar. No son la misma especie y, aunque ambos reaccionan al celo del otro, sus cuerpos no ceden como lo harían cerca de sus pares.

Izuku siente el calor que emana el alfa pegarse detrás suyo. La dureza de su verga se clava en su espalda por sobre la ropa.

—N-no más, Katsuki —usa su nombre como pocas veces—. No quiero esto.

—¿No quieres? —cierra los dedos sobre la cintura delgada de su acompañante— Pero si fuiste tu quien fue a la misma agencia a dejar tu maldito olor a omega —acerca el hocico a su cuello, aspirando hondo—. Coqueteando a todas las bestias.

—Eso no es verdad —se pega más a la puerta, alejándose del lobo—. So-solo cumplía mi trabajo-

—¿Moverle el culo al estúpido leopardo bicolor lo era?

Cierra sus manos con más fuerza.

Recordar eso en verdad le jode.

—De-debía marcar todas las oficinas —se excusa—. La del héroe Shoto era una.

—Entonces admites haber meneado el culo a más de uno —se pega a él arrinconándolo más— ¿Es esa tu fantasía? ¿Qué te follen todas las bestias héroes de la nación?

El solo pensarlo le altera.

Imaginar a Deku —su Deku— con otros que no sea él... ¡Imposible!

De un tirón, sus manos jalan la camiseta que trae puesta el omega. Hay un gritito que secunda el ruido del algodón rasgarse. La tela cae destrozada, exponiendo la piel lechosa cubierta de marcas de sus dientes y garras.

El dorso peludo de su dedo pasa sobre uno de sus rastros, originando un temblorcito en el omega.

—B-asta... por favor...

—Te metiste en la cueva del lobo, Deku —baja lento hacia la curva de su espalda, donde inician sus pantalones—. Ahora paga las consecuencias.

Sus garran enganchan el jean con tal facilidad que no cuesta nada rasgarlo al igual que la prenda anterior.

—¡Katsuki, no! —toma fuerza y le empuja con el codo, corriendo de regreso hacia el interior del hogar.

La valentía no dura mucho cuando el lobo lo alcanza de dos pasos, atrapándolo entre sus manos. Izuku se retuerce, patalea en el aire.