CINCO

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El almuerzo no lucía mal, de hecho, se veía delicioso. Su madre hacía unas chuletas con salsa de naranja y un puré de patatas increíbles. Pero sin importar los factores, no quería probar el platillo. Raine jugaba con aquellos trozos de carne con su tenedor, carente apetito. El irritante tema de Jungkook comenzaba a afectarle de sobremanera, especialmente desde que le confesó lo que sentía y él se lo tomó como un mal chiste.

Denominó «valiente» su acto fuera del instituto. Sobre todo, porque no planeaba decírselo allí mismo, tan solo las palabras surgieron de sus labios como lo hace el vaho del café caliente. No sabía si se había sentido presionada en el momento y cedió sin pensar en las consecuencias. Pero lo había hecho. Y lo hecho, hecho estaba. Aunque fue una pronta revelación que se vio estropeada por una reacción infantil, típica de Jungkook.

En serio, ¿por qué demonios le gustaba? Jungkook no encajaba en sus buenos estándares. Era inmaduro, irónico, bromista, chocante, sofocante en ocasiones, y su risa era escándalosa, parecida a la del estúpido Elmo. Todo un niño, y a ella no le gustaban los niños, a penas podía tolerar a su pequeño hermano, al cual le encantaba Jungkook, precisamente por la explicación anterior.

De no ser porque se conocían desde la primaria, dudaba de que en la actualidad fuesen amigos. Y no cualquier clase de amigos. Ellos eran los mejores amigos. ¿Pero por qué? Poseían características tan distintas que con sencillez ambos podrían desentenderse. Raine era la lluvia mientras que Jungkook era el sol que le sobreponía, ella era una mañana fría y calmada, y él, un atardecer cálido y agitado; dos gotas de un líquido totalmente distinto.

¿Entonces qué era? ¿Su altura destacada y su ahora masculino cuerpo? Porque si solamente era eso, a ella le daba asco haberse vuelto tan superficial y ciertamente hormonal. Tenía que existir otro motivo por el cual había empezado a volverse loca por ese muchacho.

Puesto que, era tan extremo, que incluso se había atrevido a mezclar su nombre con el apellido de Jungkook para ver si combinaban. Y todo, dentro de un horrible corazón hecho a lápiz...

Bochornoso y patético.

Se había convertido en su propio hazmereír.

—Nena, ¿acaso no está bien cocido? —le preguntó su madre, observando cómo pasaba el tenedor sobre el plato sin pinchar nada.

—Está perfecto, mamá.

—¿Qué comiste? ¿Acaso fue una rebanada del pastel? Te dije que luego de cenar, Raine. Después pasa esto, no quieres comer —la regañó, dando por hecho lo equivocado.

—Mamá, no me comí tu pastel. Es solo que...

El teléfono comenzó a sonar.

Esther, su madre, puso mala cara por la interrupción y se fue a atender el teléfono que estaba en la sala, dejando a Raine y a su hermano solos en el comedor. El pequeño diablillo le hizo un gesto de burla ante la ausencia de su madre y Raine lo ignoró. Nunca estaba de ánimos para eso, mucho menos al estar tan estresada por la escuela y sus conflictos sentimentales.

—Raine, Raine, Raine, Raine, Raine, Raine, Raine es fea —canturreó el chiquillo—. DI-JE, Raine es fea —repitió, viendo que a ella no le importaba.

—Por favor, Damie, ahora no.

—Soy Dominik, no «Damie». Yo ya crecí —discuitó, cruzándose de brazos.

—Demuéstralo. Porque siempre actúas como el niño de ocho años que eres —le dijo y recibió un trozo de carne lanzado por su insolente hermano.

—¡Tú eres la niña de ocho años! —Repitió la acción previa y Raine se contuvo para no gritarle.

—Haz el favor y compórtate.

—¿O si no qué? —la retó.

Maravilloso.

Estaba cansada del comportamiento pueril de Jungkook, y ahora esto. El niño no se quedaba quieto. Continuó tirándole trozitos de alimento de su plato, guisantes de su ensalada y zanahoria picada. Totalmente fantástico, vivía en el circo con un fastidioso enano. Raine se limitó a cerrar los ojos para imaginar que estaba en una isla del Caribe, lejos de todos mientras tomaba un cóctel prohibido por su edad.

Hasta que la realidad le tocó el hombro, e incluso a ella la rechazó. La movieron varias veces, y ahí pensó que su hermano la molestaba con sus pequeñas y sucias manos. «Tranquila, Raine, solo es un mocoso. No le hagas caso», se dijo así misma, internamente. No obstante, su madre le habló y ella abrió los ojos con rapidez. La encontró con el teléfono en la mano, regañándola con la mirada.

—¿No escuchas? La llamada es para ti —Le ofreció el teléfono—. Es Jungkook.

Raine suspiró.

Y no de amor, ni de cariño, sino de molestia.

《  ⤵︎ ...♡!》

14.3.24

Diez mil horas » j.jk [ Terminada ]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon