Capítulo 4: Favores.

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Con frecuencia las pesadillas solían aparecer en medio de la madrugada, logrando hacer que el corazón de Doyoung se acelerara a niveles impredecibles. Era consiente de que ya no se trataba de aquel niño pequeño e indefenso de antes, que ahora mismo podía defenderse si alguien le quisiera hacer daño, sin embargo, el miedo seguía ahí.

Las imágenes de todos aquellos santos de la iglesia del pueblo aparecen en su mente, atormentandolo. Desea poder dormir sin que, al cerrar los ojos, aparezca un jesucristo de porcelana observándolo fijamente.

Así que se quedó despierto hasta que pudo notar el sol entrar por la ventana de su habitación.

Un par de golpes a la puerta le obligaron a levantarse de su cama, estando aún en pijama. Realmente deseaba no responder a ese llamado, era fin de semana, nadie tenía derecho a molestarlo con asuntos escolares, eran sus días de descanso cuando el cerebro se desconectaba de todas esas cosas.

Sin embargo, al abrir la puerta y darse cuenta de que se trataba de su única amiga, su mal humor desapareció.

Podía parecer muy social, sin embargo, no tenía a nadie a quien llamar "amigo", esa persona que se supone debe de apoyarlo cuando las cosas están difíciles y no simplemente estar ahí solo cuando todo es bueno. Necesitaba urgentemente a una persona que no se fuese de su lado después de un par de rumores que, para empezar, ni siquiera eran ciertos.

—Hola —Irene entró al lugar sin siquiera preguntar, observando a su alrededor como si la habitación se tratase de la octava maravilla del mundo. —Bonita pijama.

—Acabo de despertar, no soy una persona de mañanas, sinceramente —Doyoung talló sus ojos un par de veces antes de caer en cuenta de que tenía a una mujer en su habitación.

Una mujer en su habitación.

En un internado extremadamente religioso.

—¿Qué? —dijo Irene cuando su amigo se le quedó viendo.

—¿Estás loca, mujer? Si te ven aquí van a pensar mal, y no quiero escucharme como idiota pero lamentablemente dirán más cosas malas de ti que de mí. No quiero eso.

—Calmado, señor anticristo, todo eso está más que controlado —sonrió. —Ahora solo necesito que me hagas un favor.

Terminó tirándose en la cama junto a su amiga, ambos viendo fijamente el techo de la habitación.

—¿Qué favor necesitas? —preguntó Doyoung con curiosidad.

—Yo soy una persona muy paciente y, normalmente no diría cosas como estas —dijo Irene, haciendo una ligera mueca de inconformidad. —Pero es urgente que Johnny cambie su manera de pensar, y para ello te necesito a ti.

Doyoung automáticamente arrugó su nariz al escuchar aquello, pero Irene juntó sus manos como si fuese a orar y susurró un pequeño "¡Por favor!" que hizo sufrir a su pobre corazón.

A este paso tendría que aceptar que era una persona demasiado débil, o tomar cursos para aprender a decir que no.

—Perdiste la razón —aseguró Doyoung. —No puedo si quiera acercarme a Johnny sin que el salga huyendo mientras reza un padre nuestro y diez aves Marías.

—Se que puede escucharse demasiado difícil, y que probablemente lo sea —Irene se sentó sobre la cama y abrazó uno de los tantos peluches que tenía su amigo pelinegro. —Pero te juro que ya no lo puedo soportar más, mis padres insisten demasiado en qué los dos tengamos una relación, ¡Incluso han comenzado a planear una boda junto a los padres de John! Y yo no estoy mínimamente interesada en el.

Sí, eso se escuchaba terrible en todo el sentido de la palabra.

—No pueden obligarte a ello.

—Muchas personas hacen cosas malas en nombre de Dios —dijo la chica con disgusto. —Y si a Johnny lo obligan, a mi también. Solamente deseo que cambie un poco su manera de pensar, si se hace tu amigo mis padres creerán que es mala influencia y me dejarán en paz... Tal vez incluso puedas abrirle los ojos y le hagas ver su realidad, Johnny no es una mala persona, solamente se deja controlar por sus padres y una religión mal impuesta. No está bien.

El pelinegro decidió meditarlo durante unos cinco minutos. Lidiar con alguien con una mente tan... Complicada, como era el caso de Johnny, probablemente terminaría por quemar las últimas dos neuronas pensantes que le quedaban dentro de su cabeza hueca, pero quería ayudar a su amiga, más que nada porque había sido la única persona que se tomó la molestia de no juzgarlo y tomarse el tiempo de conocerlo, incluso a pesar de que era alguien muy impulsivo.

Le encantaba ayudar a las personas cada que podía, así que tal vez no estaría de más echarle una mano con algo así. Al fin de cuentas, eran amigos.

—Bien —aceptó, haciendo sonreír a su amiga. —Haré lo que esté a mi alcance, no prometo mucho, sabes que es muy complicado tratar de lidiar con gente así.

—¡Gracias, gracias! —Irene se levantó para dar un par de saltitos y después tomó a su amigo de la camisa para levantarlo con una fuerza que Doyoung no sabía que tenía.

Un beso en la mejilla fue suficiente para que el pelinegro sintiera sus nervios aumentar, probablemente si se veía a un espejo podría compararse con una manzana madura.

—Eso...

—Perdón —nerviosa, Irene lo soltó y acomodó la camisa del pelinegro que, por el agarre y la emoción, terminó toda arrugada. —También soy algo impulsiva, me dejé llevar demasiado.

—No fue muy gay de mi parte reaccionar así —dijo Doyoung, comenzando a reír.

Una simple frase alivió por completo a su amiga, la cual tenía miedo de haberse pasado un poco con su comportamiento.

—Ya decía yo, mis sospechas siempre son ciertas —Irene asintió, muy segura de si misma y su razonamiento. —Entre miembros de la comunidad nos entendemos, estábamos destinados a ser amigos, si o si.

—¿Tanto se me nota?

—Digamos que es una especie de gaydar.

Ambos amigos deseaban pasar todo el día juntos, lamentablemente no era posible, si alguien de por ahí los veía iría con el bendito chisme con alguna de las madres. Tener problemas dentro de ese lugar significaba ser castigado en la pequeña capilla, rezando como diez veces la misma oración que no servía para nada.

Probablemente sí estaba muy en contra de la religión católica, pero tenía sus razones válidas. En su momento el necesitó también de una ayuda superior y este ser nunca respondió a pesar de sus repetitivas oraciones con lágrimas en los ojos.

¿Cómo podría volver a confiar en una institución y un Dios que tanto le hicieron daño?

Sus ánimos quedaron por el subsuelo al momento en que su amiga se retiró de regreso a su propia habitación, decidió que ese día no saldría ni siquiera a comer, estaba sensible y todas esas miradas o susurros harían que saliese llorando de la cafetería para encerrarse en uno de los baños a comer. Conocía ese sentimiento del rechazo, era algo que no quería volver a pasar después de sus experiencias anteriores.

Muchas veces se preguntó si es que acaso su personalidad era tan insoportable como le habían dicho con anterioridad, tenía tantos defectos por señalar y otras personas se encargaban de eso, como si fuese de su incumbencia.

Y al otro lado del edificio, justo en la cafetería, se encontraba Johnny observando de un lado a otro. Pudo darse cuenta de que Irene estaba con sus amigas hablando sobre quién sabe que cosas, pero no dió a Doyoung por ninguna parte.

No es como que le preocupara su existencia.

—Tu persona favorita en este planeta se quedó en su habitación —dijo Jaehyun, comiendo un pan con chocolate. —Y no vendrá, o eso dice Joy.

—Tienes ventaja sobre los chismes porque tu novia es amiga de Irene —Johnny frunció el ceño al darse cuenta de las palabras de su mejor amigo y volteó a verlo con indignación. —Kim no es mi persona favorita.

—Se quieren, se besan, se pasan el chicle —canturreó Jaehyun.

—¡Jaehyun! —le regañó Johnny en voz baja, metiéndole un pan en la boca. —No digas esas cosas, es pecado y a parte nos pueden regañar.

—Todo es pecado para ti.

—¿Por qué seguimos siendo amigos, Jae?

—Porque me amas infinitamente y no puedes vivir sin mí... Y sin los pastelitos que hace mi mami.

—Son ricos —concluyó Johnny.

Kim no era su persona favorita, nunca lo sería.

Oh God [2023 Ver]Where stories live. Discover now