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Despertó nuevamente el Alfa, estaba feliz por ir por su hijo, aunque sabía que ese humor no le duraría por mucho tiempo: ya que debía ir nuevamente para la incineración de su Omega y eso significaba nuevamente encontrarse con su suegra, con la cual anteriormente había tenido una discusión que había terminado con el Alfa dándole una bofetada.
Suspiro y negó, sonriendo cálido. Debía mantenerse estable, su hijo iría hoy a la incineración y no podía perder los estribos por los comentarios de la imponente Omega rubia. Y quería mirar por última vez a su querido compañero de vida.
— Papi, tengo hambre. — susurró Light apenado mientras veía como su padre se ponía una camiseta.
— Ya voy, tortuguita. — dijo el Alfa abotonando la camiseta, seguido después sacar un traje para su hijo y empezar a vestirlo.
— Después de despedir a mamá, ¿podemos comer algo rico? — preguntó el pequeño con heterocromía susurrando mientras jugaba con sus dedos.
— Claro que sí. — dijo el azabache sonriendo, mientras le ponía los zapatos a su hijo, revolviendo con cariño el cabello bicolor.
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